Por Edistio Cámere
“…Hablo de desocupado circunstancial que, por llenar unas horas, digamos de tren a tren, no vacila en vaciárselas a su prójimo. “Pasaba por aquí y me dije: Voy a subir un rato a ver a Pepe. ¡Menuda sorpresa se va a llevar!”. Y, sin otra justificación, el desocupado allana el despacho de Pepe, se arrellana en un sillón de Pepe, y allí, en cigarrillo y cigarrillo de la cajetilla de Pepe, aguarda tranquilamente la hora del tren. (…) Al amigo que espera el tren no se le ocurre pensar en las cosas que Pepe ha dejado de hacer a cuenta de su visita. Es más, muchas veces, el amigo que espera al tren piensa al marcharse: “Al pobre Pepe, siempre enterrado en papeles, le he distraído un rato”. Por supuesto, el amigo que espera al tren no advierte nunca que al día siguiente, otro amigo de Pepe, que también esperará al tren, acudirá a su oficina para “distraerlo un rato”.
Los franceses, con su buen sentido característico, han resuelto este problema determinando días y horas para las visitas; días y horas que rigen, incluso, para los amigos que aguardan el tren. La solución es bien simple, pero convendría que los españoles la pongamos en práctica todos a una, a fin de evitar que nuestros amigos digan que nosotros nos hemos convertido en unos monstruos de la insociabilidad” ([1])
El docente, por temperamento o por vocación, está siempre disponible. Lo está ante el alumno cuando una duda lo atrapa, cuando un suceso lo acongoja; está presto, también, para escuchar o atender una consulta del colega. Aunque no es infrecuente que la consulta no sea puntual: viene aderezada con un comentario o noticia -como de paso- capaz de estimular la curiosidad. El trato y las relaciones humanas tienen ese talante: no son neutras, puntuales ni áridas. Tienen la gracia de un pavo real, el remanso de un atardecer, la versatilidad del oro y las espinas de una rosa. Lo cierto es que estar disponible es una cualidad que facilita la comunicación.
La cuestión, en todo caso, es si la disponibilidad del docente en todo momento y circunstancia en el colegio es un acto educativo. Subrayo “en todo momento y circunstancia”: las emergencias y las necesidades de los más pequeños se atienden sin dilación de tiempo. Anticipo mi conclusión afirmando que la disponibilidad sin límites no es formativa.
En mi primer lugar, porque la labor del docente basa su eficacia en una prudente organización que le permita atender, ora al alumno, ora al grupo de estudiantes, ora a los padres de familia, ora los requerimientos de la institución, ora su formación personal. Cada una de estas esferas tiene sus particularidades que avocan del docente estudio, reflexión, diálogo y labores burocráticas -informes, corrección de exámenes, preparación de clases, entre otras- que se tienen que ejecutar en el plazo y oportunidad requeridos. Sin el cuidado diligente de estas acciones, el aporte del docente no sería completo; además, la presión por acumulación de las tareas no realizadas se reflejaría en su rostro no sereno. Es preciso que cuidemos el tiempo, ya que no regresa cuando se le abre la puerta.
En segundo lugar, la efervescencia cambiante de las emociones en los adolescentes les impulsa a manifestarlas sin mediar el contexto y el tiempo. Buscan ser escuchados más que ser orientados, como aquel alumno que ante el primer escollo renuncia todo intento de superarlo y raudo va en pos del profesor para que le “dé una mano”.
La subsidiariedad -contraria al paternalismo- es un principio siempre vigente en educación. Lo que pueda hacer el menor, no lo haga el mayor. Es bueno que el estudiante resuelva -o intente- aquello que cae en su propio ámbito, y no que a la primera oportunidad recurra a terceros. Esto se logra cuando el alumno hace cargo de que el tiempo del docente -o su tiempo- no es cualquier cosa como para ser usado indiscriminadamente.
En tercer lugar, como consecuencia de lo anterior, el tiempo destinado para el diálogo cobraría su verdadero sentido y el realce adecuado si se dosificara con prudencia. Por ejemplo, el alumno buscaría al profesor en los recreos para comentar acerca de alguna cuestión que le preocupa -luego de haber pensado en ella-; en las entrevistas o diálogos establecidos y formales, la comunicación fluiría y se aprovecharía con eficacia de la mano con la serenidad y la acogida que muestre el docente. Los límites a la disponibilidad de aquel no harán sino reforzar su serenidad al tener una organización personal ajustada a sus solicitudes profesionales.
[1] Delibes, Miguel, “Vivir al día”, Ed. Destino, España, 3er edición, págs. 141-142
El tiempo es vida, transcurre rápido y es importante organizarse bien para aprovecharla al maximo en su utilización. tambien es importante que los docentes orienten a sus alumnos mediante conversaciones y entrevistas, es por ello que debemos buscar la manera de minimizar y optimizar el tiempo dedicado al trabajo burocrático para que dediquen el tiempo suficiente a la atención de los alumnos… Felicitaciones por este articulo tan interesante!!!
Como siempre aprecio y agradezco tus comentarios Gladys.
Cordialmente
Edistio