Cuando el agua pasa solo por un ojo de la ducha

Edistio Cámere

Primer caso

En los días previos, las expectativas de todos los peruanos iban creciendo de la mano con los planes familiares o amicales: en grupo, en familia y entre amigos las alegrías se multiplican y las penas se dividen. Así amaneció el 29 de marzo y, a medida que se sucedían las horas, la confianza y esperanza llegaban a la cima pues la selección peruana de fútbol se jugaba un puesto para el estar presente en el mundial de Qatar 2022. El febril y ruidoso movimiento de una ciudad como la de Lima entró en breve reposo… y entusiasta, cálido y fraterno se trasladó a los hogares y, sin duda, a no pocos restaurantes. Los jugadores no defraudaron: se alzaron con una solvente victoria para algarabía y beneplácito de todos los peruanos. Mientras que los minutos, las jugadas y los goles se sucedían, en las pantallas de televisión, veíamos un Estadio Nacional lleno de hinchas – ¡aforo completo! – que no cesaron de manifestar sus emociones confundiéndose en sendos abrazos en cada gol peruano. Estos efluvios de sana alegría se expresaban sin el mínimo rubor: ¡no que es obligatorio cumplir los protocolos: dos mascarillas y distanciamiento social! No terminaba se salir de mi asombro cuando se instaló en mi mente la imagen de los escolares del 2022.

Igualmente, los días previos al retorno a la escuela, los niños y jóvenes abrigan una serie de emociones encontradas: después de dos años – algunos, por vez primera conocerían su colegio – se reencontrarían con sus amigos, con sus profesores; les preocuparía cómo se verían; los menores evocarían que el sonido del timbre era señal de correr, jugar, reírse…etc. El regreso a las escuelas ha sido gradual… algunas abrieron primero sus puertas, luego el resto. Lo cierto es que el comienzo de clases ha sido, como lo diré, gris. Primero dos metros de distancia; doble mascarilla no solamente en los lugares cerrados sino, lo que es peor, en ambientes abiertos y para hacer educación física. ¿Por qué los hinchas pueden permanecer más de 90 minutos mediados por el espacio vital sin tapabocas y, los niños y jóvenes no pueden jugar sin mascarilla estando incluso a mayor distancia? ¿Por qué los hinchas pueden abrazarse ante la alegría de un gol – sin máscara – y los alumnos no pueden abrazarse – con mascarilla – luego de largo tiempo sin verse? ¿Me gustaría saber las razones de este trato “distinto” entre peruanos? Finalmente, en clase ¿cómo se explica a un estudiante la razón de estas diferencias?

Segundo caso

Un diario de circulación nacional da cuenta de que la falta de equidad de género en nuestra sociedad está reflejada en diversos ámbitos y el educativo no es la excepción a la regla. El porcentaje de la presencia femenina en las ramas de la ciencia o ingeniería sigue siendo mucho menor que en sus pares masculinos. Bettit Salvá, vicerrectora de la Universidad Le Cordon Bleu (ULCB), advierte que solo el 30% de mujeres participa en el campo de la ciencia y tecnología. Hasta aquí el resumen de la noticia. En seguida, cabe formularse acerca del por qué o del propósito de esa noticia. ¿Cuál debería ser su lectura correcta? ¿Qué las mujeres prefieren otras áreas de estudio? ¿Qué a aquellas que buscan desempeñarse en el campo de la ciencia y de la tecnología las universidades o los institutos les ponen tales obstáculos que desisten en su propósito? ¿Será que se deba suponer una posición de dominio endémica del hombre con respecto a la mujer y que, para la citada vicerrectora, se traduce en que las ciencias y la tecnología son ámbitos masculinos? Así podríamos seguir discurriendo en pos de descubrir intenciones segundas a la noticia.

Me gustaría, sin embargo, proponer otro sesgo, considerando algunos resultados de la ENDO (Encuesta nacional de docentes) realizada por el Ministerio de Educación el año 2020. La encuesta se realizó virtualmente a 28,217 docentes, de los cuales el 62.8% eran mujeres y el 37.2% hombres. Asimismo, revisando este mismo ítem, en las encuestas de los años 2016 y 2017 y la del 2020, el promedio de profesoras alcanza un 63%. En este caso, refrendado con cifras, y siguiendo el curso de la noticia, podemos suponer que, el que haya menos hombres en educación es porque a) prefieren otras actividades profesionales; b) la sociedad [universidades e institutos] eleva las barreras para impedir su acceso; y, c) las mujeres históricamente han copado mayoritariamente todos los resquicios y espacios del ámbito educativo… dejando poco margen a aquellos hombres que descubren su vocación docente.

¿Por qué dejamos pasar el agua por un solo ojo de la ducha? ¿Por qué se alzan voces – no pocas veces, destempladas – advirtiendo que, en los campos de ciencias, tecnología y de gestión hay pocas mujeres? Por la misma razón, se debería alzar la voz en los campos donde hay pocos varones, por ejemplo, en la educación. El aporte de la mujer en las áreas de ciencias es tan valioso como el aporte del hombre a la educación. Los beneficiarios directos (presentes y futuros) aprovechan lo propio de cada sexo, pero más les favorecen si ese o esa profesional, tiene vocación, buena preparación, don de gentes, entre muchas.  Todas estas capacidades no pertenecen per se ni a los hombres ni a las mujeres, son cualidades humanas que se apropian y se internalizan con trabajo y esfuerzo personales. ¿Si el 70% de docentes hubiese sido hombre, se apelaría a la inequidad de género?


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