Por Edistio Cámere
La sociedad actual camina aparentemente sin rumbo fijo. Muchos problemas de toda índole la aquejan. Por tanto, al ciudadano común se le abren tres opciones como postura de vida:
–Primera opción: La solución de los problemas debe venir primordialmente por la acción del poder público formalmente constituido.
–Segunda opción: La solución de los problemas se fundamenta en los avances tecnológicos, en el mercado y en la economía, los mismos que facilitarán el progreso y, en consecuencia, distribuirán los excedentes de los beneficios a toda la población.
–Tercera opción: Ni el Estado ni la tecnología resolverán los problemas.
En consecuencia, el pesimismo y la anomia social cundirán en el ciudadano que se refugiará en el inmediatismo individualista, agravando la desarticulación de la sociedad.
Tesis 1: La crisis es originada por acción u omisión de personas, por tanto, en ellas mismas se encuentra la llave para abrir la puerta que conduzca a las soluciones.
Tesis 2: La problemática de la sociedad no es de uno o varios líderes que equivocaron en las decisiones; más bien, tiene su origen en la ausencia de líderes en su propio ambiente: familia, colegio, universidad, empresa, barrio, urbanización o ciudad.
Eliminando paradigmas
Por lo general, la imagen o idea que uno tiene de un líder está relacionada con una persona carismática, capaz de enardecer a multitudes y con unas obligaciones que se enmarcan en comunidades políticas y organizaciones empresariales; y, casi siempre, se espera de él actuaciones o decisiones que resuelvan problemas que a diario nos aquejan.
Negar que efectivamente existan algunas personas a las que convengan las características ya descritas sería una necedad. No obstante, también sería una afrenta a la realidad admitir que la condición de líder sólo puede aplicarse a personas con dotes y obligaciones excepcionales. Si así fuera, ¿cuál sería el sentido y la suerte de la mayoría de personas que se dedican a sus propios y significativos quehaceres?
El liderazgo no es como el equipaje que se lleva y trae en orden a las circunstancias. Tampoco es un estado emotivo o sensible que se logra al haber realizado una buena acción. Y el líder no es necesariamente el que está ubicado en la cima dentro de un sistema jerárquico organizativo. Si así fuera, entonces se subrayaría más el influjo de la organización que el ‘hacer’ del líder; y más aún, mejor líder sería aquel que se ubica en una gran organización.
Se cree que la personalidad y características del líder son comunes o que responden a un molde standard o predeterminado. La condición de liderazgo se acompasa con las particulares maneras de ser de cada persona. Sin embargo, conviene aclarar que el concepto de ‘líder’ supone cualidades positivas. La antipatía, el egoísmo, la mentira y semejantes son obstáculos reales que dificultan el ejercicio del liderazgo, porque de igual manera hacen difícil la amistad y, en general, todo tipo de relación interpersonal.
Condiciones de un líder
Ubicación.- La acción del líder reclama de un ambiente concreto y específico. El o los espacios en los que no se tiene una presencia activa limitan la acción. No se tiene la posibilidad real de ser líder en la organización ‘San Martín’ si la propia vida social transcurre en la organización ‘Montecristo’. Sin embargo, los roles (como padres, hijos, trabajadores, amigos, ciudadanos…) que desempeñan las personas en la sociedad, incrementan los espacios en los cuales uno tiene la posibilidad de ser líder. El ejercicio del liderazgo sólo es factible en el ambiente o los ambientes en los que uno normalmente se conduce.
Relación.- La opción efectiva para el ser y el hacer del líder radica en el ejercicio de la capacidad vinculante de las personas, que sólo es posible a través de las relaciones personales que se llevan a cabo no por mera casualidad sino por causa de estar y participar en un mismo ambiente. Las relaciones se hacen significativas en razón de su intercurrencia gracias a las oportunidades del trato personal que se sustenta en la cercanía física. Si las relaciones son marcadamente ocasionales el influjo del líder normalmente pierde eficacia.
Influencia.- Es ciertamente una condición que subraya la esencia del líder. Con cierta licencia podemos profundizar en este término: El prefijo ‘in’ significa “dentro de” y ‘fluencia’ viene del verbo ‘fluir’. “Lo que fluye dentro de”. El siguiente paso es determinar el origen, el cómo, el qué y el destino. El ‘origen’ o la causa es la acción de alguien. El destino es otro alguien en tanto se relaciona con aquel. El ‘cómo’, puede llevarse a cabo directa o indirectamente. Con referencia a la ‘palabra’ se dice que es una acción directa porque reclama de la presencia simultánea de dos o más personas, una de las cuales comunica y las otras escuchan. Impacta en el entendimiento, permitiendo la comprensión y aceptación de una situación determinada. El ‘ejemplo’ opera indirectamente, pues muestra o manifiesta en la práctica el modo de concretar una acción.
La palabra seguida del ejemplo es más contundente y eficaz, porque acredita la validez de una propuesta al mostrarla encarnada o experimentada. El ejemplo, sin la palabra, aunque es eficaz deja al ojo del observador el discernir o descubrir qué predicado manifiesta la conducta en tanto ejemplo. Incide en el ámbito del obrar y no exige una comunicación activa entre las partes.
Finalmente el ‘qué’ hace referencia a la proposición de valores, presentados en tanto oportunidades o alternativas de cuya elección sigue un crecimiento con relación a un estadio anterior. La influencia no siempre conduce a un estadio superior, en razón de la libertad del receptor, quien puede o no aceptar un valor como conveniente a sus fines. También, en razón de que las alternativas u oportunidades propuestas no sean explicitadas objetivamente, su vaguedad o ambigüedad dificultan su efectiva comprensión.
Prestigio.- La influencia tiene efectos en mérito al mayor, menor o ningún prestigio. Está condición es de tal relieve que determina la eficacia en el actuar del líder. Prestigio es una palabra que tiene que ver con ‘ascendiente’, con ‘predominio moral’ y con ‘autoridad’. Aunque los tres conceptos son sinónimos, cabría introducir un matiz para formalizar el significado de prestigio.
Autoridad.- Proviene de dos palabras latinas: ‘Auctoritas’: Fuerza que sirve para sostener y acrecentar. ‘Auctor’: El que sostiene una cosa y la desarrolla. Más aún, la autoridad reside en la credibilidad real que merece el que la ostenta o ejerce. De otro lado, la palabra ‘ascendiente’ proviene del verbo ‘ascender’, cuyo primer significado es “subir de un sitio bajo a otro más alto”. En suma, ‘prestigio’ es la fuerza que nace de la autoridad y que tiene por objeto el ascenso hacia un estado superior de la persona con relación a uno anterior.
La autoridad, para que influya, supone creer y confiar afirmando la totalidad del hombre y no sólo alguna de sus capacidades y dimensiones. Tener confianza en el hombre significa salir al encuentro de la realidad del otro para recibirlo como un ‘tú’. “Decir tú, presupone una cierta fidelidad anticipada, una disponibilidad en extremo elástica, una inclinación a la entrega y al vínculo de la amistad” (Torello). Sólo desde la vertiente del vínculo interpersonal se puede comprender que uno permita la colaboración de un ‘tú’ en la redacción de la propia biografía.
Confiar en otra persona significa reconocerle un valor en cuanto la diferencia de las demás y que al singularizarla pueda yo ser capaz de correr el riesgo de incluir en mis decisiones las razones o datos que aquella me proponga. De este modo acepto libremente que ella sea causa eficiente de mis acciones.
¿Qué hace que una persona tenga autoridad? Tiene que ser algo sustancial y no necesariamente accidental. Al igual que un cartel publicita un producto con combinaciones rutilantes de luces para llamar la atención, de la que no se sigue necesariamente la adquisición del bien que patrocina- la simpatía o el carisma allanan el camino para una relación pero no son decisivos, al extremo que sólo por ellos se confíe en los portadores de dichos atributos.
El prestigio que proviene de la autoridad hunde sus raíces en la integridad de una persona, que es una característica que conviene en su totalidad y no a una parte de ella; menos aún se limita únicamente a una circunstancia dada. La integridad connota solidez, cualidad que sólo es posible gracias a la coherencia de vida. Dicho de otro modo, en la ‘correspondencia entre el ser y el hacer’, lo que implica que la persona conforma e informa su hacer con arreglo a unos principios y criterios morales, lo cual minimiza el riesgo de una ruptura entre el pensar y el actuar.
Es en esta correspondencia donde reside la fuerza de las palabras y el influjo del ejemplo. La palabra patentiza el esfuerzo vivido y el ejemplo muestra la palabra encarnada. Por último, está la ‘correspondencia de la razón con la realidad’, que no es otra cosa que la búsqueda de la verdad como referente externo.
Procurar adecuar la mente con la naturaleza de las cosas no sólo subviene a la eficacia en la toma de decisiones sino que también elimina la tendencia de actuar por razones subjetivas, que muchas veces se nutren de los estados de ánimo y de las conveniencias personales. Al buscar mi verdad el bien de los demás deviene en irrelevante, pues su satisfacción es el motivo principal de las actuaciones.
Crecimiento personal.- Es la condición que marca la misión del líder. Aquél contribuye mostrando alternativas, para que el ‘otro’ se autodetermine a progresar en su desarrollo como persona. Al decir ‘alternativas’ no sólo se hace referencia a proposiciones razonables o mensajes con contenidos positivos. Apunta a más. Se hace hincapié en el esfuerzo y lucha que libra el líder por crecer él mismo como persona.
La propia dinámica tensional por ser mejor -aunque en determinados momentos no se obtenga resultados felices- permite tender la mano ayudando desde un estadio superior para que el otro pueda ascender hasta él. El propio crecimiento personal, al adquirir virtudes o corregir defectos, incide en la calidad de los aportes y en la percepción real y comprensiva de los demás. Todo ello coadyuva a hacer más atractivo el camino y el deseo por mejorar. El propio movimiento por ser mejores se convierte en patrimonio personal que, como hecho experimentado, se torna en actitud de servicio: Procurar que ‘el otro’ sea mejor que uno.
De todo esto podemos resumir que servir es proponerse como medio para que ‘el otro’ logre sus fines. ¡He aquí la grandeza del verdadero líder! El crecimiento propio como persona es su tarea más importante y a partir de ella su eficacia estará garantizada.
Este tema es muy interesante por que es bueno saver cosas de lideres xq asi aprendemos mucho y saver mas sobre lideres y asi poner en practica cuales son los requisitos de un lider. Esta muy buenooooo sigan adelante.