Testimonio de un hombre comprometido*
“Cientos de personas se reunieron en la iglesia Nuestra Señora de la Reconciliación para dar el último adiós a Eduardo ‘Lalo’ Gildemeister, un querido cantautor católico, padre de familia y reconocido educador, fallecido el sábado 17 de julio”, informaban los medios de comunicación hace muy poco tiempo. Y es que su muerte no podía quedar grabada en un simple obituario.
Eduardo Rafael Gildemeister Ruiz Huidobro se iba de este mundo haciendo lo que siempre supo hacer a través de su testimonio y acción de vida: elevar el sentido de familia siendo buen hijo, especial hermano, tierno esposo y cariñoso padre, así como tocar la vida de las personas que recibían su orientación familiar, de quienes tuvieron la suerte de ser sus alumnos y de todos los que disfrutaron ese aliento de esperanza y compromiso que revelaba en sus canciones.
“Hace algunos años un grupo de hombres decidió cambiar, y caminar e iluminar con la Verdad. El mismo sol los alumbraba, la misma noche velaba sus sueños…”, palabras que surgen de la composición que hizo en la canción ‘Gesta de Valientes’. Allí muestra cómo siente el llamado para buscar cambiar y prepararse para servir.
Se licenció en Psicología y obtuvo una Maestría en Educación en la Universidad Complutense de Madrid, y se especializó en Dirección de Colegios en la UPC y en IPAE. Aportó a la formación de las nuevas generaciones de los colegios Weberbauer, Casuarinas, San Pedro, San Antonio de Padua, Monte María y Recalde. Su destacada formación le valió el ser considerado para dirigir el Colegio Mayor Secundario Presidente del Perú.
Formó parte del equipo de docentes de la Asociación Civil para la Promoción y Formación Humana (Proforhum) en los diplomados de Psicología y Dirección de Instituciones Educativas. Asimismo fue colaborador de nuestra revista Antesala. También escribió para otros medios de comunicación. Fue un elocuente conferencista y valeroso músico.
A partir del año 1984 inició sus presentaciones musicales entre universitarios, colegiales, pobladores de asentamientos humanos, enfermos, parroquianos y público en general, elevando su voz para compartir canciones que hicieran reflexionar sobre lo cotidiano. Haciendo uso del bombo, la quena, la batería, la zampoña, el cajón, el charango, los teclados y la guitarra, lograron con su grupo sacar adelante producciones como ‘Nueva gesta’, ‘Personajes’, ‘El combatiente’, ‘Gesta de valientes’, ‘América de la esperanza’, ‘La misa latinoamericana’ y ‘Que levante la esperanza’. Se pueden encontrar varios videoclips en la web.
Sus años de vida los dedicó a convertirse en un hombre de compromisos con los demás y con su fe. Sabía que el tiempo había que aprovecharlo para luchar por lo que se cree con todas las fuerzas del corazón. Por eso diría en su canción ‘Cuando ensaye la verdad’: “La vida es una y se va entre días y noches, yo la quiero enfrentar a retos mayores”.
O cuando interpretaba la ‘Canción del Encuentro’: “Yo sé bien que el sembrador que conoce su misión deberá dejar caer, con la semilla, el corazón”. Y así fue que cual buen sembrador plantó las mejores semillas que podía ofrecer su corazón en el amor por los suyos, la capacidad de servir a los demás, su entrega a la labor de fortalecer a la familia, su calidad profesional de docente y formador, y sus ganas de evangelizar con su canto.
Poco a poco vendría el tiempo de la cosecha y comenzó a experimentarla mientras vivía al calor de su hogar, con la llegada de un nuevo hijo, la cercanía de los amigos, el agradecimiento de sus alumnos, el reconocimiento de quienes lo oyeron en tantas charlas de orientación y en los aplausos recogidos en alguna de sus presentaciones musicales. ¡Grande fue la cosecha e inacabable, pues Lalo nos dejó la oportunidad de compartirla en nuestros corazones cada vez que lo recordemos o cuando seamos parte de todo lo que supo dejar para los demás!
No recuerdo exactamente dónde ni cómo conocí a Eduardo. En verdad, poco interesa precisar las circunstancias porque la amistad las sobrepasa. Sí recuerdo, grabado en mi corazón, su don de gente, su risa fácil pero sincera, su capacidad de asombro ante las cosas sencillas, su pasión por el tema educativo, su acendrada ilusión por hacer de su trabajo poesía en beneficio de su centro educativo y el gran cariño por su esposa e hijos.
El tiempo transcurría tan velozmente que no le sentíamos cuando nos enfrascábamos en largas conversaciones en las que pasábamos revista a los grandes y pequeños problemas de la educación. No eran frecuentes, pero entre una y otra la sintonía y la empatía superaban la distancia y el tiempo. Eduardo tenía la virtud de la comunicación: captaba la atención tanto con la palabra y los gestos como con las bromas oportunas y aleccionadoras. Sus conferencias y sus clases poseían esas cualidades.
Finalmente se atrevió dar el salto: asumir la dirección de un centro educativo. Condiciones profesionales y personales lo adornaban y lo acreditaban como tal. Por eso afirmo que la educación peruana ha perdido a un gran director, doy fe de ello porque alguna experiencia tengo al respecto.
Pero Dios lo tenía reservado para Sí. Aún ahora -cuando lo pienso- me conmueve su fe recia y simple. Ninguna queja resolló de sus labios. Se enfrentó a su enfermedad como un caballero cristiano y mejor hijo de Dios. Su vida fue lo suficientemente fructífera y plena. Decir que fue corta es desconocer la intensidad y la alegría con la que vivió. A mí me queda un trazo indeleble: el cariño y su pasión por el quehacer educativo; en lo personal, su bonhomía y su sonrisa -signo de gratitud por lo cotidiano-, serán luces que refulgirán en mi camino. Aunque lejos, el haber sido su amigo ya es oro pagado con creces. ¡Eduardo, tu partida deja un vacío físico, pero tu presencia serena y activa continuará moviendo a muchos de tus colegas a poner lo mejor de sí ante un niño o niña que los mire con expectativa y deseos de aprender!
Por Edistio Cámere
Gracias por el comentario sobre Eduardo Gildemeister.
Lo conozco desde los años que cantaba en las universidades, provocando en muchos de quienes lo escuchábamos, la esperanza de que el cambio personal y social es posible, desde la fe.
La fineza espiritual de Eduardo se notó siempre en sus canciones así como ese anhelo inmenso, de servir a Dios y a Santa María, desde su visión particular de ser un peregrino en este mundo. Su sensibilidad por el dolor ajeno, ante el cual no permaneció indiferente, lo llevó a hermosas composiciones, una de las más recientes » Huellas de un peregrinar», donde revela su más profunda identidad y el llamado de todos a cumplir el Plan de Dios.
Estoy segura que Lalo desde el cielo, seguirá intercediendo por nuestro querido Perú y por supuesto por su familia, que hoy es testimonio hermoso de fe y esperanza.
Estimada Olga. Gracias por su comentario que lo comparto plenamente.
Cordialmente
Edistio Cámere
Totalmente de acuerdo con lo señalado por Edistio Camere sobre Eduardo Gildemeiste alias «Querido Gasparin», como le deciamos de cariño. Los que tuvimos la suerte de trabajar con él, siempre lo recordaremos como la gran persona y amigo que fué. Siempre lo recordaremos !!!!
Por sus furtos lo conocereis dice el evangelio y no le falta razon .
Tuve la bendicion de escuchar a Lalo cuando yo era un adolescente y como le dije una vez : sus canciones me llevaron a convertirme en un catolico comprometido con la fe ,tanto asi que me siento en deuda con el
Ya me imagino como debe estar Lalo en el cielo tocando Gesta de Valientes y Todos Dispuestos ,no por gusto Dios escoge a los mejores para que toquen en su orquesta
Yo lo conoci porque fue director de mi colegio. El marco mucho mi vida, no lo hizo de la manera como a mucho de uds sino que siempre hablabamos de ser solidarios, de ayudar al que menos tiene y para todas sus campanas siempre contaba con mi apoyo. Fue por eso que cuando me entere de que se habia ido, por mi mente pasaron todos esos lindos recuerdos que pase con el, como alumna-maestro. El siempre esta presente en mi mente y en mi corazon porque lo consideraba como un amigo. Espero que todos los que lo conocieron no se olviden de el, y siempre lo recuerden como el siempre fue: un gran hijo, padre, esposo, hermano y amigo.
María Fernanda. Gracias por su comentario con el cual coincido plenamente
Cordialmente
Edistio Cámere