Por Edistio Cámere
Algunos piensan que el hombre ha sido arrojado, desde lo alto, librado a su suerte para enfrentar, con mediano éxito, las dificultades y obstáculos que un mundo hostil le opone. Desconocen los que así piensan que el hombre nace de mujer, quien lo acoge y le prodiga de los cuidados necesarios para que se vivencie como es, una persona singular e irrepetible. La persona viene al mundo producto del amor de dos personas, hombre y mujer, quienes lo van formando para abrirse como tal a la sociedad.
El hombre no es un accidente ni producto del ‘acaso’. Cuando el hombre, cada hombre, es llamado a la existencia, aparece con él en el universo la irrupción de algo nuevo, de algo distinto, de un ser que participando de similares características de los animales y plantas, es superior a ellos, no en fuerza sino en la versatilidad, no en cantidad sino en calidad, no en materia sino en espíritu. Aparece, como diría Leonardo Polo, “un espíritu en el tiempo”.
Si bien el hombre esencialmente es capaz de abrirse y dominar todo el universo, su existencia se desenvuelve en una porción de él. El hombre es un ser radicado e instalado en la realidad a la cual se religa propiamente en la medida que va desplegando su ser personal. Este despliegue es un movimiento voluntario que se específica en un diálogo creador y comprometido con su realidad. Relación que implica una actitud respetuosa ante lo real como condición para abrirse a la verdad y dejarse poseer por ella, que es modo más eminente de la presencialidad del hombre en su realidad. El diálogo con la realidad es posible porque aquella se revela y se comunica, con ‘su-ser-así’ y ‘no-de otro-modo’ y el hombre lo hace también desde su condición ontológica, sustancia racional.
Se sabe cuándo se nace pero no se conoce el cómo y el cuándo se morirá. Esta realidad hace mirar la vida como un don valioso y como principio de todas las operaciones humanas. El vivir está inseparablemente ligado y unido al tiempo, que puede ser corto o largo, pero que en todo caso es el necesario para que el hombre pueda hacerse y obrar como persona humana.
El hombre, actuando, no sólo realiza alguna acción que se objetiva en algún producto, sino que simultáneamente se realiza y llega a ser él mismo. La vida da la oportunidad de obrar, también de contemplar, de admirar, de fascinarse con la verdad, con el bien y con lo bello. El vivir cada día con asombro, permite descubrir en cada instante, en cada circunstancia y en cada persona, algo nuevo, algo diferente que hace que la vida valga la pena, no por lo que se recibe sino por lo que se lega.
aburrido
Jhon
Agradezco su sinceridad y lamento no estar a la altura de sus intereses.
Cordialmente
Edistio Cámere
Excelente forma de exponer la singularidad del ser humano en un lenguaje sencillo y accesible pero no por ello carece de profundidad y argumentación. gracias por compartir
Estimado Jomi
Gracias por su comentario,que me estimula a seguir escribiendo
Cordialmente
Edistio Camere
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