NOTAS DE LA PERSONA A QUIEN EDUCAMOS

Edistio Cámere

 Santo Tomás, citado por Alejandro Llano, afirma : El estudio de la filosofía no se ordena a saber lo que pensaron los hombre sino a conocer cuál es la verdad de las cosas. ¿Qué verdad? ¿Es posible conocerla? ¿Está en mi mente o en el ser de las cosas? Cuando hablamos de la verdad, decimos de la certeza, de la opinión, del error, de la duda… del eceptisismo, del relativismo, de la subjetividad, de la objetividad. Pero también se predica de quién conoce; distinto de algo que conoce. ¿Quién conoce? El hombre a través de su entendimiento, de su inteligencia y de sus operaciones. En rigor conoce la persona, el hombre es un ente genérico, pero persona es un alguien concreto, específico y singular. ¿Es sólo inteligencia? Es más, mucho más. Es libre, quiere y es afectada por su entorno. Es intimidad y apertura. Es cuerpo y alma. Es un espíritu encarnado, diría Polo. Siempre debe lo que quiere o quiere sin vincularse con lo que debe. Es libre, de qué o para qué. ¿ Elige ordinariamente con acierto? ¿En base a que decide?  Las decisiones del hombre lo marcan, lo definen o se mantiene neutral, aséptico de las consecuencias de sus decisiones. La convivencia, la coexistencia anula su libertad o requiere de ella para realizarse.

 Cómo se relaciona con otros, mediante la simpatía, la amistad, el amor,.. Son lo mismo. Si son lo mismo, puede existir diferencia entre el Eros y el ágape. Es el amor algo puntual o predica continuidad en las relaciones. ¿El amor se expresa o manifiesta de igual forma en el varón que en la mujer? El amor es pasividad o llama a la actividad. El amor crea y produce lazos y obras. El trabajo bien entendido es amor, es dar a luz un producto que antes no existía en cuanto tal, no que el hombre lo cree de la nada sino que lo componga armoniosamente sellándolo o informándolo con lo propio singularizante.

 El trabajo pero más la convivencia crea cultura, modos, costumbres en el habitar en casa o en el coincidir en las ágoras, en las calles, en los barrios… en la patria, en el mundo.

 El entorno, la realidad que circunda a ese hombre existente es aplastante, forzosa o simplemente una escenografía que adorna su vivir sin más contacto que como mero fondo ornamental. La naturaleza tiene sus reglas independientes de uno, pero el hombre es libre ¿para cambiarlas? ¿Para aceptarlas? o para extraer de ellas posibilidades que las podrá convertir en disponibilidades encaminadas a su desarrollo. En esa realidad también hay otros, que se cruzan, que apretujan, que empujan, que ayudan y que buscan lo mismo: realizarse. Cómo se hace compatible lo uno con lo otro, es decir, cómo mi realización no obstaculiza la del otro.

 El hombre también se vivencia como carente, limitado y finito. No siempre consigue lo que pretende; los seres queridos mueren, sufre moralmente y también en el cuerpo. El dolor es la trama y el drama de su existencia. El dolor se incrusta en sus entrañas, no puede distanciarse a lo más debe encontrarle un sentido, un por qué, de otro modo, cae en el absurdo y en el pesimismo.

 Aun así puede ser feliz. La felicidad no es una utopía tamaño catedral. Puede convivir con el dolor y con su finitud. Tantos afanes, luchas, aspiraciones para terminar en ser para la muerte. La felicidad es un acto, sucesión de actos o un estado como consecuencia de las decisiones asumidas. Tal es el hombre que reclama comprensión y conocimiento, máxime si nuestro quehacer apunta a su formación en pleno apogeo de la vida, donde parece que el tiempo es interminable y el futuro una apelación constante.


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