FELIZ DÍA MAESTRO

Edistio Cámere

 No solamente el clima que juega estos días malas pasadas porque no termina de definirse. También hay una ‘atmosfera’ que envuelve, fatiga y desconcierta el quehacer cotidiano del docente. Me refiero a la crítica que no construye, a las denuncias mediáticas que generan zozobra en la comunidad y a la incesante tendencia de calificar la educación mediante cifras. Mientras que toda esta suerte de “comentarios” circula, el mundo educativo real – colegios y profesores – continúa sin renunciar a sus obligaciones.

Sin duda, ni las circunstancias ni el ambiente en que se desarrolla la labor educativa son ideales. Sin embargo, aquella tiene que realizarse porque esta firmemente anclada y enlazada a la realidad de la persona. Lo ordinario en el quehacer docente es que esté compuesto de claros (situaciones luminosas, rutilantes y alegres) y oscuros (momentos tristes, desconcertantes y contradictorios) que hacen de la vida un proyecto indeterminado cuya concreción diaria reclama de creatividad, de flexibilidad, de interpretación y sobre todo, decisiones personales.

La niña indispuesta, el niño distraído, la adolescente melancólica, el joven desmotivado, el profesor cansando, la profesora con el hijo enfermo, el ambiente adverso…. son hechos de los que el docente no puede sustraerse no obstante, confieren un sello radicalmente humano al acto educativo, pues en él están comprometidas su libertad y su responsabilidad, que lo habilitan para trascender, llenando de humanidad la circunstancia inmediata.

“Dios no elige dotados, dota a los elegidos”, esta frase mirada desde la óptica del quehacer docente alienta, da confianza y seguridad. No sólo porque reafirma al profesor en la elección asumida en su juventud sino porque da esa sabiduría para atinar con el consejo específico, con la metodología apropiada, con la corrección afectuosa y con la solución menos onerosa. En la labor del docente no hay días iguales, por tanto, la mera técnica no siempre tiene respuestas singulares. El trato con personas en franco proceso de crecimiento y formación, llega a su cenit en logros porque Dios ha dotado a los maestros. La condición es que como el arquero hay que tener la vista puesta en el objetivo, de modo tal que cuando dispare acertará en el blanco. Si se afina en la búsqueda del objeto central del propio quehacer, la acción educativa resultante será consecuencia de un movimiento interior y por ello mismo más efectiva y eficaz.

Cuando el docente se aplica de lleno en su trabajo siempre tiene la sensación de que el tiempo transcurre velozmente y sin retorno. Es consciente que en la educación el tiempo es un valor que no se acumula por tanto es necesario aprovecharlo al máximo. Se educa hoy con la mirada puesta en el mañana. En este sentido, ni los colegios ni los docentes pueden desviarse de su centro dejándose afectar por toda esa retahíla de comentarios y críticas venidas desde fuera desde distintas posiciones. La respuesta, la única respuesta válida es seguir trabajando con entusiasmo y empeño para lograr los propósitos planteados de cara a los alumnos al inicio de año. Vale la pena no cejar en la aventura educativa que espolea las mejores dotes y condiciones adheridas a la vocación como docentes. El alumno, con nombre propio y la sociedad, son más importantes que la oleada de críticas hacia la educación. Estas con el paso del tiempo se desdibujan en cambio, lo que el docente escribe en la biografía de su alumno, el tiempo le añade valor y le otorga además un sentido histórico.


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