Edistio Cámere
En cierta ocasión un profesor, ante un grupo de colegas, comentó entusiasmado el reto que le representaba asumir un nuevo grado de primaria. Cada cual, con la carga horaria en la mano, manifestaba sus opiniones y expectativas con relación a sus inmediatos destinos como docentes. De pronto el primero añadió: “me preocupa que en el grado que me corresponde, precisamente en este año, el Ministerio de Educación vaya a aplicar una evaluación nacional, por tanto, desde ya estoy medio tenso porque tengo que obtener buenos resultados”. Su entusiasmo inicial se apagó y con el ceño fruncido se retiró.
Obtener resultados es un objetivo legítimo pero debe ser el último de la lista de las pretensiones del docente. Los resultados expresados en guarismos o en porcentajes suelen ser epidérmicos. Una nota alta no refleja efectivamente que el estudiante haya aprendido y una baja no siempre es señal de un mal aprendizaje. Si el foco se centra en los resultados las actividades previstas se reducen a ese fin perdiendo su riqueza y posibilidades para lograr un ambiente propicio para la participación activa de los alumnos.
De otro lado, también es importante advertir que en educación los resultados no obedecen a principios mecánicos. De un input como A no se sigue necesariamente un output como A’. Los alumnos son personas libres que tienen sus propias motivaciones, intereses, cansancios y limitaciones. En efecto, los resultados no son consecuencia única y exclusivamente de la acción personal del profesor, además del propio estudiante influyen sus compañeros, los colegas y el ambiente familiar.
Los resultados en educación deben procurarse a través del crecimiento del docente tanto como persona como profesional. La medida del crecimiento propio es la medida del crecimiento de los alumnos. Crecer implica abrirse a la realidad y circunstancias del grupo y de cada cual: los alumnos son como son y no como nos gustarían que fueran, en todo caso pueden ser mejores si las estrategias didácticas y las actividades se ajustan a sus necesidades y características. El esfuerzo desplegado para ese fin supone aplicar la inteligencia y el querer para lograr bienes en los alumnos.
Cuando los resultados cuantitativos se buscan por sí mismos, el docente no contento consigo mismo, al no conseguirlos, se congoja o se frustra. Los resultados también son oportunidades de aprendizaje cuando ‘no son los esperados’. Los imponderables, la libertad de los estudiantes, las decisiones tomadas ante determinadas situaciones y cuyas consecuencias no se previeron… son variables que acompañan al quehacer docente y tienen la propiedad de operar cambios en el profesor que lo ayudan a crecer y a adquirir experiencia profesional.
Para lograr resultados en educación me gustaría proponer seis pasos:
- Enseñar con pasión. El entusiasmo contagia y atrae.
- Divertirse. El buen humor, la alegría y la paciencia generan un clima distendido que invita a participar y preguntar.
- Ser buen profesor. Un profesional a carta cabal.
- Valorar el trabajo de los colegas que enseñan en el mismo grado.
- Aprender para crecer.
- Obtener resultados. Es la gran consecuencia de los anteriores.
A las autoridades educativas les asiste la potestad de solicitar resultados. A la implementación de las políticas le sigue el control y la supervisión. Sin embargo, su aplicación, en modo alguno tiene porque opacar ni hacer perder de vista el foco principal de la actividad educativa: el crecimiento profesional y personal del docente. El alumno aprende gracias a su esfuerzo, que es estimulado cuando en la interacción con su maestro advierte que es atendido en sus dudas, acogido en su realidad e incentivado a mejorar. Ese tipo de interacción será posible cuando el profesor tenga la libertad de desplegar su arte en la enseñanza y centrarse en el alumno. Los resultados en educación no deben ser el punto de partida sino consecuencia de la pasión del docente por enseñar y formar personas.
Estimado Sr. Adistio me alegra saber de su esfuerzo por aclarar temas referentes a la labor educativa. coincide con lo que se viene expresando desde hace tiempo desde diversos sectores del mundo de la educación, por así llamarlo. Cómo el que educa, realizará adecuadamente sus funciones con graves dificultades que lo condicionan, por ejemplo salarios bajos que no permiten vivir aunque sea de manera austera. Estoy convencido que por parte del Estado se debería regular, de manera concertada con la participación de altas autoridades, profesionales, profesores y quizás hasta padres aunque no necesariamente, los contenidos de los programas y de manera general los objetivos y dejar en libertad la didáctica, el modo de enseñar, sin abrumar de manera tonta al Profesor como se hace ahora. Hasta luego.
Apreciado Sr. Edistio, yo agregaría un paso más…
Ama a tu familia. Ante adversidades, por amor sacas adelante todo. Tu buen humor te guía para ver lo mejorable y crecer. Por amor, sigues reinventándote, así no solo te apasionas por momentos sino constantemente y finalmente el trabajo en equipo parte de una buena comunicación, cuando amas a tu familia, por amor escuchas al otro, opinas, construyes e iluminas. Por amor te aman y eso te fortalece. Un educador es educado por lo que ocurre en su familia y es eso lo que transmite. El resultado solo es una variable y si eres amado y amas con desesperación, todo vendrá por añadidura.
Midgely, el amor a la familia es una interesante dimensión motivadora para el trabajo. El hacer las cosas por amor es sin duda, realizarlas con arte y del fino y armónico
Gracias por compartir su comentario
Edistio