La serenidad, virtud maestra para educar

Cierto pensador contemporáneo afirma que, además del juego, la serenidad de los padres contribuye significativamente en la educación de los hijos[1]. Mientras que un apreciable número de estudiosos ponen el acento en lo que los padres o profesores tienen que ‘hacer’, Leonardo Polo incide en su ‘modo de ser’. Suena a  paradójico; sin embargo, la serenidad tiene la propiedad de estimular que el alumno revele su manera de ser en el aula o en una actividad fuera de ella. Por cierto, el aprendizaje es una acción personal e intransferible mediante la cual uno resuelve un problema o hace propio un concepto. Un estudiante se aventura por los caminos de su crecimiento si, además del propio interés, su entorno inmediato lo alienta por la seguridad y reconocimiento que le brinda. Un tal ambiente se va dibujando, por tanto, con la serenidad de los docentes.

La actividad vertiginosa, la prisa por conseguir en el plazo inmediato las metas trazadas, el ruido -no solo ocasionado por los crujientes y trepidantes bocinazos-, los múltiples estímulos provenientes del traficado mundo virtual, las noticias, los rumores y chismes que circulan a través de los medios masivos de comunicación y el acoso de la publicidad que no cesa de percibirnos como presuntos consumidores, sin duda configuran a la sociedad actual como agitada y trepidante.


Frente a esta realidad -que sin duda, también afecta a los niños y jóvenes- la serenidad del docente es profundamente pedagógica. Enseña al alumno a ‘pararse a pensar’ para comprender la verdadera dimensión de los acontecimientos y mirarlos en perspectiva e integralmente. Enseña a identificar lo sustancial de los sucesos evitando tanto minimizarlos como exagerarlos. A su vez, la serenidad favorece el hacer un alto en el trajín diario para atender,a través de la escucha,a quienes están próximos. Y para escuchar conviene saber estar en silencio, sin ruidos internos que impidan abrirnos al insondable, rico y original mundo de cada persona.

La serenidad tiene al tiempo como aliado, no tanto porque lo use como excusa para anclarse en la comodidad del ‘más tarde’, sino porque no pide más allá de lo que el tiempo puede ofrecer. Con agobios e impaciencias no se consigue adelantar el logro de las metas. Por el contrario, el alumno en el afán de complacer, corre el riesgo de equivocarse, avivando aún más la impaciencia del profesor. Un círculo que no termina de cerrarse.

La serenidad está en las antípodas de la frialdad o de la indiferencia. “Los serenos se sienten implicados en las cuestiones que le afectan, pero cuentan con el factor tiempo y con la confianza del discurso racional para superar los conflictos”[2].Un ánimo sereno infunde respeto y de algún modo apela e invita a la razón. La serenidad no fomenta la reacción; convoca al intercambio y a la participación. Al gobierno de las emociones y de las pasiones le sucede la actitud de escucha que acoge distintos modos de pensar y percibir la realidad, que es un ejercicio indispensable para entrar en la dinámica del diálogo que facilita la convivencia humana.

El desasosiego y la prisa como estilo de vida se parecen a una podadora: a su paso no solo se lleva el césped, sino también todo lo que encuentre en el camino. En cambio, la serenidad es como una tijera que solo retira aquello que impide el desarrollo de un capullo; también es capaz de cortar una flor en plenitud para llevar alegría a los demás.


[1]Leonardo Polo “Ayudar a crecer”, EUNSA, España, 1ra. Ed. 2006, pág. 228.

[2]Miguel A. García M. “La elegancia”, Ediciones Internacionales Universitarias, España, 2da. Ed. 2002, pág. 65.


2 respuestas a “La serenidad, virtud maestra para educar

  1. muy interesante pero me viene a la mente la pregunta de como podríamos ensenar a tener serenidad a aquellas personas que nacen con un temperamento impulsivo o que poseen algun problema de conducta como TDHA u otro…. me parecen razonables las bondades y beneficios de tener serenidad ante los acontecimientos para mirarlos integralmente sin inmutarse y una pieza clave para ser buen docente o directivo, pero no es facil para las personas impacientes o impulsivas… la pregunta es que hacer para cultivarla y hacer de ella un habito si en la vida en muchas ocasiones lo urgente se vuelve importante y lo importante a la vez urgente… es un tema para estudiarlo debido a su importancia

    1. Gladys, primero gracias por compartir con todos nosotros tus reflexiones. Segundo, la serenidad vendría a ser una especie de antidoto de la exageración. Se exagera premiando con fastuosos regalos al niño porque obtuvo un 20, todo se le permite y se le complace. Se exagera también, cuando al mismo niño se le castiga, dos meses sin salir, sin tv…porque no su nota no supero el 14.
      Cordialmente
      Edistio

Deja un comentario