Por Edistio Cámere

Es frecuente, en todos los que nos desenvolvemos en el ámbito educativo, tener en mente como parte de la acción docente lo ‘formativo’ y lo ‘académico’ para tratar de darle a cada concepto el espacio y la dedicación debida. Por tanto, es preciso empezar señalando que lo formativo apunta hacia el largo plazo; lo académico, en cambio, se despliega en el corto tiempo. También podemos decir que el ideario de una institución es la meta hacia la cual se desea llegar; mientras que lo técnico-pedagógico es la estrategia medial para conseguirla.
Los principios iluminan el camino por donde transita lo académico. La instrucción es la figura; lo formativo es el fondo cuya presencia y permanencia la realza y valora. Lo formativo y lo académico no se contraponen, se complementan; al punto que deben andar entrelazadamente. En la práctica, lo formativo se percibe como una tarea añadida o sobrepuesta a realizar después de materializar lo académico. Sin embargo, la formación no exige de actos inconexos con la instrucción ni acciones extraordinarias al profesor, más bien toma como punto de partida la relación profesor-alumno. De no mediar esa relación, la formación no pasaría de ser una mera entelequia.
La disposición formativa del docente se afirma y fortalece con la concepción y comprensión que tenga de la persona y del fin a que está destinada. A mayor comprensión del ser humano mejor será su actitud para involucrarse en el perfeccionamiento del ser del alumno. Y es que la formación es más una convicción que informa y añade valor al quehacer docente, de modo que no significará una suerte de yuxtaposición que grava su actividad profesional; más bien será inherente a ella.
El docente, además de comunicar contenidos curriculares, transmite un modo de trabajo, criterios, valores y un estilo de vida, los mismos que deberían conformarse con el ideario o carácter propio del centro. Un ambiente que educa y forma se alimenta precisamente de la unidad en torno a la axiología y los principios recogidos en el ideario. En consecuencia el educando al advertir, por ejemplo, que todos los profesores viven la puntualidad, para él también será importante y natural el practicarla. Por el contrario, la incoherencia ante lo que se solicita al alumno y lo que se practica en el colegio genera un clima de rebeldía y aplicación subjetiva de las sanciones para aplacarla.
En este sentido, un ambiente formativo no anula la diversidad: la presupone. El docente, por lo tanto, sin perder su singularidad, apuntala el cumplimiento del ideario toda vez que su contenido, lejos de obstaculizar, constituye el cauce para la buena convivencia y el logro de los objetivos y metas trazadas por la escuela.
La incorporación de un docente a un centro educativo conlleva, desde el punto de vista jurídico, dos actos inseparables: el despliegue de su profesión y la responsabilidad de ejercerla en consonancia con la línea institucional. El primer requisito del docente para con el centro educativo es ostentar un dominio efectivo de lo técnico-pedagógico: didáctica, metodología, gobierno, etc. Sin esa condición difícilmente se consolida el circuito enseñanza-aprendizaje. En esta esfera se hace patente la autonomía del profesor, pues el colegio le indica los objetivos y metas a lograr, pero no le dice cómo tiene que enseñar. Los resultados se obtienen utilizando medios y estrategias elegidas y seleccionadas por el propio docente, por ello es que la diversidad en el modo de enseñar es evidente y beneficiosa.
En el ideario es donde radica la razón del compromiso del profesor y la exigencia de la escuela. Y el docente, al conocerlo, se adhiere, se compenetra estableciendo una suerte de alianza cuya virtud será orientar su futuro quehacer. El motivo de la exigencia estriba en que el docente se ve en la tesitura de aprender y actuar para sí y para los alumnos lo ‘propio del colegio’. Si existe adhesión, la actuación coherente será el fruto esperado. De este modo, el quehacer educativo se amplía: a lo ‘propio del profesor’ (lo académico) se le añade lo ‘propio del colegio’ (lo formativo contenido en el ideario).
totalmente de acuerdo que todos deben adherirse y vivir el ideario o linea axiologica de la institucion educativa para transmitirla a los alumnos; sin embargo yo no estoy de acuerdo con que se deje al docente ensenar a su manera por mas preparado que este (menos aun si es nuevo), uno nunca sabe, ademas, hay todo un equipo docente, que deben integrar sus ideas, programar y utilizar metodologias, herramientas y estrategias de trabajo parecidas para seguir una misma linea bajo los criterios del coordinador para que haya unidad y un trabajo acorde con las demas disciplinas o áreas.