Una aproximación al concepto de ‘persona’

Por Edistio Cámere

El hombre es realidad y vocación al mismo tiempo. No es grupo, aunque viva en sociedad. Tampoco es puro “yo” aunque vivencie intensamente su intimidad. No es un animal, aunque le presionen los instintos; pero, al igual que aquel, reacciona con fuerza y energía cuando su vida corre peligro. Busca la quietud y el sosiego en la soledad con la misma intensidad con que la pierde a instancias de los devaneos y solicitudes del amor. Huye de la fatiga pero en la acción se le revela su condición de perfeccionador perfectible. Se deja arrobar por el destello de unas luces de bengala olvidando que su espíritu se expande al calor de los rayos solares.

Cuando se pregunta a alguien ¿quiéen es usted? la respuesta reseña los datos generales, aquellos que sirven al casual interlocutor para que identifique y distinga a una persona de las demás. Si aún se insiste con la pregunta, se narra la historia, pero no cualquiera, sino la propia, la biográfica, mediante la cual se describe sólo los hechos que se consideran como “públicos” y que sirven para darse a conocer.

En una relación interpersonal amical o sentimental, ante la misma cuestión, la respuesta contiene ya no hechos solamente, sino pensamientos, deseos, afectos, valoraciones, ilusiones e incluso reflexiones sobre lo que se cree y sobre la vida. Es, sin duda, un paso más.  Es revelar la intimidad. El conocimiento de la propia identidad, la conciencia de uno mismo, solo se alcanza mediante la intersubjetividad. La manifestación de la persona es mostrarse a sí misma y a las “novedades” que nacen de ella. La manifestación de la intimidad se realiza a través del cuerpo, del lenguaje y de la acción. A la manifestación en sociedad se llama cultura.

Pero cuando uno se pregunta ¿quién soy yo? en la soledad de su habitación, o frente a un espejo, su respuesta no se aparca en la intimidad, va en pos del propio ser. Este ‘quien’ es una persona que por su naturaleza racional es capaz de indagar acerca del ‘ser’, de su ser y del ser de las cosas. Al formularse ¿quién soy? el hombre percibe su ser “replegado” en una suerte de reposo. Cuando lo hace en movimiento reflexiona acerca de lo que hace o en sus consecuencias.

El hombre es acto y potencia al mismo tiempo. Es realidad y posibilidad. Esta dualidad impide comprenderse plenamente. Por eso, cuando se mira palpa la radicalidad de ser y estar vivo, pero no como dos modos distantes sino como misma realidad unida y compacta. Piensa, pero es mucho más que sus pensamientos; siente, pero sus sentimientos no lo definen. El sufrimiento paraliza su cuerpo pero puede distanciarse de aquel para comprenderlo. Al mismo tiempo, puede pensar mientras siente o reír cuando el dolor reclama atención. Puede querer y estar molesto con la misma persona. Si ofende, reacciona pidiendo perdón. También es capaz de no dar cuando alguien le pide ayuda. O engañar para no perder privilegios.

El hombre es una totalidad, es un todo con sentido. Es una sustancia que existe por si misma y es capaz de tener accidentes o características que la distingan. Una totalidad, una sustancia no puede darse en esa misma dimensión a otra pues desaparecería. José Ángel García, en tal sentido, habla de la incomunicabilidad como nota de la persona. Dar mi ser, en sentido absoluto significa no tenerme y no tenerme equivale a no ser.   


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