La actitud y el compromiso personal

Edistio Cámere

Son importantes los principios y el actuar con coherencia, aunque a veces suponga ser objeto de miradas de soslayo o que tengan que quedarse solos ante el encargo o tarea encomendada.

A escasos minutos para que el árbitro diera por finalizado el encuentro de fútbol, la desazón del público se podía ‘tocar’. Los más incrédulos abandonaban el estadio: una vez más el rendimiento del seleccionado peruano dejaba un sabor amargo en la boca de sus seguidores. La derrota era inminente. De pronto Juan Vargas, jugador que milita en el Florentina, equipo del competitivo y exigente campeonato italiano, se hizo del balón y se lanzó con más fuerza, pundonor y coraje que técnica hacia la portería contraria, apilando rivales en cuanto le salían al paso. El público se sacudió de su letargo para seguir expectante la arremetida del mencionado jugador. Cruza la pelota hacia el área rival y entra un delantero nuestro para añadirla en el arco. Un estentóreo y unísono grito de gol retumbó el estadio y la alegría se apoderó del rostro de los hinchas. Con el empate, la esperanza renació en aquel momento al punto que los más optimistas acariciaban el anhelo de ver la bandera flameando orgullosa entre los clasificados al mundial.

No es mi intención discurrir acerca de estrategias del fútbol que, según Sergio Markarián, entrenador uruguayo que dirige nuestra selección, es entre las cosas menos importantes la más importante. Más bien, me gustaría compartir -desde otra perspectiva- las reflexiones que me suscitaron la gran corrida de Juan Vargas.

1.- En cualquier grupo social se encuentran personas que, definida la meta, no se arredran ante las dificultades, luchan hasta conseguirla, incluso pese a que los demás -compartiendo el mismo ideal- desistan en el intento. Se mantienen fieles en el cumplimiento de sus deberes y obligaciones deteniéndose -por ejemplo- ante una luz roja a pesar que otros con un esbozo de sonrisa, que más parece a un tic, la sorteen orondos. Gracias estas personas las instituciones funcionan y las buenas costumbres se mantienen. Incluso son capaces de pechar las consecuencias  asumiendo las defecciones de sus compañeros. Para ellos, son importantes los principios y el actuar con coherencia, aunque a veces les suponga ser objeto de miradas de soslayo o que tengan que quedarse solos ante el encargo o tarea encomendada.

2.- A contrapelo, también en las sociedades pululan aquellos que vociferan, reclaman y discuten cuando las cosas no discurren como a ellos les parece; es más, apuran propuestas de solución creativas y sugerentes… a reglón seguido lo suyo, la comodidad y la falta de compromiso absorben sus energías. Son los mismos que se suman numéricamente ante cualquier demanda en la que entrevean un beneficio personal pero que tenga la particularidad de que los exonere del trabajo o del esfuerzo para conseguirlo. También son dignos representantes de este grupo quienes ante cualquier proposición encuentran un ‘pero’ o una alternativa distinta sembrando duda, desconcierto y una gran estela de pesimismo. Su inacción los convierte en una rémora social, por eso viene bien recodarles -con la licencia del caso- aquella frase: “No preguntes lo que el país puede hacer por ti sino más bien qué puedes hacer tú por aquel”.

3. –  Finalmente, están quienes suelen utilizar frases como: “No te preocupes, si Dios es compatriota”; “Mañana veremos, ya se me ocurrirá algo”, “Depende con qué ánimo estén”, “Déjalo, alguien lo hará”… Ciertamente está actitud estresa menos y hace rendirle excesivo tributo al “ahora a pasarla bien”. No obstante, esconde una falta de visión histórica del presente que, dicho de otro modo, significa una carencia de planeamiento y de solidaridad con los que vienen después. ¿Qué otra razón explica que en el Perú siempre se está comenzando de nuevo?

Concluyo copiando un acertado comentario del escritor peruano Alonso Cueto, que a mi juicio da en el blanco. “Entre nosotros prima la idea del ahora en lugar de la idea del futuro. Tal vez abrumados por las grandezas del pasado, tenemos muy poca confianza en las grandezas que podemos lograr en el futuro, y por eso tenemos una idea muy pequeña del futuro. Siempre es una idea dominada por el momento. La improvisación es una consecuencia de eso” [1].


[1] Alonso Cueto ( Diario El Comercio, 20 de julio 2008)

Una respuesta a “La actitud y el compromiso personal

  1. muy interesante lectura, cabe resaltar que el optimismo es básico para mirar con esperanza el futuro y arremeter en pos de un ideal, un objetivo, una meta… el optimismo ayuda a sobrellevar las dificultades, a contrarrestar las adversidades, a llevar a cabo lo que se planeo con confianza en El, en las propias y en las del projimo. Las personas optimistas contagian su serenidad y entusiasmo, y ayudan en la consecusion de lo planeado con esperanza, constancia y FE

Deja un comentario