BUSCANDO EL CENTRO EN LA EDUCACIÓN

Edistio Cámere

–          … “A veces pienso que algo hicimos algo muy mal en la educación de nuestro hijo…”

–          ¡Pero Querida! Si sigue dos carreras, habla cuatro idiomas, toca varios instrumentos, practica todos los deportes…

–          “Si…Pero sólo come hamburguesas con papas fritas” ([1])

            En los días que corren con la educación ocurre un fenómeno curioso. Por un lado, se le atribuye el desarrollo económico de un país; de otro, se le endilga el poder de reparar los males o problemas sociales; el gobierno de turno la utiliza como ‘pista de aterrizaje’ de su ideología y de las promesas ofrecidas en su campaña electoral; los organismos multilaterales no solo diseñan políticas educativas, sino que buscan ‘aplicarlas’ condicionando las ayudan económicas a su implementación; en general, los críticos especialistas, hombres de prensa y hasta los ciudadanos de a pie dictaminan, califican, cuestionan y resuelven en torno al ‘deber ser’ de la educación.

         Lo dicho hasta ahora subraya la importancia que tiene la educación. Sin embargo, de esta feliz coincidencia en su jerarquía no se sigue una feliz coincidencia en las intenciones y en el quehacer educativo. Un argumento que lo explica puede deberse a que detrás de un plan o política educativa hay una filosofía o concepción de la persona y de la sociedad que sesga o acentúa uno o varios aspectos dejando sin iluminar otros. Asimismo,  independiente de la posición ideológica, impera cierta visión ‘mágica’: se tiene la certeza de que tal o cual propuesta, por el solo hecho de implementarla dará los resultados educativos esperados. Aparejada a dicha visión se incuba una mirada reduccionista de los últimos protagonistas: docentes y profesores, quienes sin autonomía, sin intereses y motivaciones particulares ni vida propia….tienen que ajustarse a los mandatos provenientes de las altas esferas políticas.

         El padre quiere que su hijo sea ingeniero; el empresario, profesionales proactivos; el Ministerio de educación, alumnos con alto rendimiento; el gobierno, ciudadanos solidarios; la universidad, estudiantes creativos, el residente vecinos corteses;  el profesor, escolares aplicados y obedientes… En suma, todos queremos que el ‘otro’ sea como nos parece o complace. No obstante, cuando el hijo, el profesional, el escolar, el vecino… no se comporta como se espera, se le echa la culpa también a la educación. ¿En qué quedamos? ¿La educación es a la vez la solución y la culpable? ¿No será que miramos a la educación desde una perspectiva utilitarista y pragmática?

          Si se mezcla hidrógeno y oxígeno en las proporciones adecuadas se obtendrá agua. Empero, de la enseñanza no se sigue necesariamente el aprendizaje como tampoco de la promulgación de una ley, su cumplimiento. De igual manera, lo aprendido no conduce estrictamente a su aplicación – en el sentido deseado – en el obrar. La educación no es un acto y proceso mecánicos, es una propuesta – no imposición – a personas libres tal y como son el educador y el educando.

El centro de la educación no es su utilidad, ni los resultados per se. Lo central de la educación es la persona de quien enseña y de quien aprende. Cuando se habla de persona se alude a un quién con nombre propio, con una personalidad, con una historia, con inteligencia, voluntad, irrepetible y libre por naturaleza. Desde esta óptica, la clave en educación es definir el cómo se convoca la libertad de los actores principales, más que en centrarse en lo que otros pretenden.  Si a la inteligencia se la orienta a su fin: la verdad;  sí a la voluntad se le propone valores y virtudes, obviamente todo ello a través de un definido plan curricular con el decidido aporte de cada escuela, el primer y gran resultado es el desarrollo de la persona quien será capaz luego de aportar, en consonancia con sus capacidades y su vocación, a la sociedad en su conjunto. Aunque también puede renunciar a hacerlo: gajes de la libertad y no de una mala educación.

        A los educandos – personas – vale la pena mostrarles con la palabra y el ejemplo,  lo simple, lo  justo, lo bello y lo verdadero que tienen las cosas y la realidad, que además de darles seguridad y esperanza, se les ayudará  a puedan acertar en la elección de su propio camino, aun cuando el sufrimiento aparezca o tengan que rectificar para nuevamente empezar.


[1] Maitena. Revista Somos, 21 de septiembre de 2013


2 respuestas a “BUSCANDO EL CENTRO EN LA EDUCACIÓN

  1. Es interresante a su vez saber que no solo es importante tener las proporciones adecuadas para que el hidrógeno y el oxígeno reaccionen sino algunos parámetros importantísimos para que se produzca la reacción:
    Primero, la naturaleza de cada sustancia incluso que tipo de isótopos son (el hidrógeno úede formar hasta agua radiactiva), si quiero formar agua no puedo improvisar con otros elementos.
    Segundo, las condiciones del entorno y la energía involucrada.
    Tercero, el tiempo que favorezca la colision entre ellos haga que las sustancias iniciales se transformen.
    …la analogía nos presenta a la educación como un proceso, como un sinfin de variables, que no puede tener un centro porque es interrelacionado, interdisciplinado y transversal, la educación sostiene la ideología, nuestro fin último. Si la educacion tiene un centro se puede esperar que cambie, que gire pero eso le da la posibilidad que tenga sentidos rompiendo la verdadera dirección. No es mejor pensar en la educación como un engranaje que acompañe a sumar y a fortalecer el incontrastable bien.

    1. Midgely: importante e interesante su glosa. Estoy de acuerdo en pensar la educación como un engranaje pero es necesario partir de un centro que lo inicie.
      Muchas gracias por su comentario.
      Edistio Cámere

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