Edistio Cámere
Se educa a personas singulares e irrepetibles. La escuela tiene que ir a contrapelo de la uniformidad o estandarización de los resultados educativos; la consistencia de su visión radica en formalizar estrategias para promover la pluralidad en los logros de sus estudiantes. Es más, la riqueza de la singularidad se refleja en los modos ‘originales’ de percibir la realidad, los mismos que iluminan y alimentan los intercambios académicos, también, sin duda, los interpersonales. En este sentido, se entiende la frase de Enkvist: “La escuela se convierte en expresión de la diversidad más que en el estudio del mundo”. Hoy en día, se quiere presentar la diversidad como una suerte de derecho a diferenciarse – mostrándose – sin considerar la interinfluencia que ejerce la condición social, los vínculos y relaciones con otros y el entorno. En cambio, la singularidad no solo se aparca en reconocer la dignidad de la persona, sino que reconoce la indiferencia de la misma; es decir, que todas las personas sin excepción gozan de una peculiaridad que permite que el plexo social pueda y deba tener un rostro humano, en la medida en que cada quien permita la expresión de la singularidad del otro. El enfoque de la diversidad acentúa más lo individual al punto que se impone ante un colectivo; la mirada de la singularidad traduce, más bien, un enfoque personalista, la persona sí, pero co-existiendo, con-viviendo.
Se cuenta que un sabio rabí era admirado y amado por todos en su país. Al punto que se decía que parte de su dicha era que tenía un hijo igual a él. En cierta ocasión, un joven que había escuchado de la gran personalidad del hijo del rabí, llegó de visita al pueblo donde aquel habitaba, porque tenía curiosidad por conocerlo. Al llegar, el hijo del rabí lo invitó a su casa. Después de vivir varios días con él, el joven exclamó: – “¡Cómo pueden decir que eres igual que tu padre! ¡Eres tan distinto! Ciertamente, eres también de una gran personalidad, pero tienes otro modo de pensar y sentir, otro modo de resolver problemas, otros gustos…” – “Por supuesto – respondió el hijo sonriendo – pero a pesar de ello somos iguales: mi padre es un original, y yo soy un original”.
Todos somos distintos, así que cada persona puede reflejar unos aspectos específicos de la bondad y belleza, diferentes a los que expresan los demás. Cada uno puede hacer presente de un modo original la profesión, la amistad…, como nunca nadie le ha manifestado, ni nadie podrá manifestar jamás. (Burggraf, Juta,) Cuando se enfatiza la diversidad y el derecho de mostrarla en una escuela se pierden valiosas oportunidades para promover las experiencias de las relaciones interpersonales. “Cuando no hay recuerdos de experiencias interpersonales verdaderas, hay un déficit de humanidad” (L’Ecuyer, C.) La autarquía nacida del individualismo no educa para ser corresponsables con la propia comunidad. La soledad llega cuando el hombre mira complacido lo que lo distingue… a veces puede ser el ombligo abultado.