La adolescencia: más que una meta un camino

Por Edistio Cámere

El proceso evolutivo del ser humano presenta periodos ricos en contenido, diferentes entre sí y dependientes uno de otro. Uno de estos períodos es la adolescencia. Sus características y expresiones escapan a la rigidez de las teorías; aquellas no se limitan a áreas determinadas, son más bien respuesta a la suma e interrelación de factores diversos que la producen e influyen: biológicos, fisiológicos, psicológicos, culturales, sociales y existenciales. El complejo mundo de los adolescentes impide la asunción de un sincretismo conceptual. Por eso, más que explicarla es mejor comprenderla acogiendo al adolescente con nombre propio. Veamos el siguiente testimonio:

 “Dicen que tercero de secundaria (14-15 años de edad) es el año más difícil dentro del colegio; tal vez sea cierto, no lo sé. Pero ahora estoy en cuarto de secundaria, y puedo decir con seguridad que este es el año con más problemas en los estudios, ya sólo te faltan dos años para terminar. Tercero, más bien, es el problema clásico, tu código de barras, tu vacío existencial. Indeterminado, indefinido, inentendible. Es ahí cuando cambias de ojos y ves el mundo como realmente es. Ya no sólo ves a la gente por lo bueno sino también por lo malo. Es ahí cuando mami deja de ser la mujer maravilla y tu papá el héroe de la época. Es ahí cuando empiezas a juzgar a tus padres, he ahí el problema. No hace mucho que estoy un poco deprimida. Este año siento que todo me está saliendo mal. Como es bien sabido, a los adolescentes les importa mucho relacionarse con el mundo exterior y lo que este opine de ellos.  Supongo que es por eso que cuando el grupo con el que andaba hasta el año pasado se separó y mi ‘mejor amiga’ se fue del colegio, me deprimí”.

La adolescencia no es un estado civil. Tampoco es una clase social. “No es una fase más de la existencia, sino una realidad total y compleja, un mundo” (Debesse). Es una etapa necesaria en el desarrollo de la persona que no se puede sortear, pero tampoco se puede permanecer indefinidamente en ella. Es un periodo de transición. Es un camino, no una meta.  

La adolescencia constituye un proceso de adecuación del ser humano. “En ella se hace posible el descubrimiento de los seres (de uno mismo y de los demás) y la ampliación del  horizonte individual” (G. Castillo). El adolescente, además de saberse diferente, descubre por primera vez que lo es gracias al nacimiento de la intimidad y está virtualmente interesado en serlo. Por tanto la adolescencia es, ante todo, una crisis de originalidad.

Luego de unos años de solaz, calma y equilibrio consigo mismo y con los demás, el niño ingresa sin partitura a un nuevo periodo vital que puede asemejarse a una montaña rusa: velocidad e intensidad; estaciones serenas; precipitaciones acompañadas de vértigo y de temor;  finalmente, largos tramos cuesta arriba donde el tedio y la lentitud merman las ilusiones y energías. La adolescencia es, por tanto, una etapa fugaz pero intensa en sus manifestaciones y demandas. 

Gran parte de la confusión proviene de la difundida creencia de que los adolescentes son iguales, que  tienen que lidiar con los mismos problemas y que reaccionan ante ellos de manera semejante. Sin perder la diversidad y el pluralismo en los comportamientos y reacciones, lo cierto es que los adolescentes participan de características comunes debidas al espacio geográfico, cultural, socioeconómico y político en el que crecen… “En principio, existe un acuerdo general en lo tocante a que el periodo de la adolescencia ha presentado tradicionalmente problemas especiales de ajuste a nuestra sociedad” (Mussen, C. y K.).  

Quizás vale la pena, matizar la opinión de Mussen. ‘Ajuste’ viene de ajustar que, según el DRAE (2001), es: “Hacer y poner algo de modo que case y venga justo con otra cosa”. Es un concepto que linda con lo mecanicista. Un tornillo se ajusta y si el paso opone resistencia aquel es forzado a encajar. El adolescente no encaja en la sociedad como una madera que se le tiene rebajar para se complete un mueble. Su incorporación a la sociedad es gradual, lento y oneroso porque tiene que realizar un proceso de integración de las partes en un todo con sentido. Integrar es una acción racional y volitiva que implica el ejercicio de habilidades que se estrenan precisamente en el encuentro con los usos y normas sociales ya dadas y que hasta entonces son impersonales o percibidas como impuestas.

Por eso no siempre actúa como la sociedad espera. Su conducta es resultado de su personal modo de captarlas y comprenderlas. Entre lo que debería ser y lo que hace, media tal distancia que genera desconcierto tanto en el joven como en su medio. Este ‘conflicto’ es corolario de una serie de modificaciones que afectan su equilibrio orgánico, su estructura cognoscitiva, su relación socio-afectiva y la imagen que tiene de sí y de su ambiente. Todo un cambio integral precede su ingreso a la adultez, y es que el camino hacia la madurez no es nada fácil.

En ese tránsito, el adolescente -perplejo- busca un por qué a todo el conjunto de alteraciones o cambios que le afectan mediante un cuestionamiento personal. Por ello, las aclaraciones o explicaciones venidas de afuera –del mundo de los adultos- no aciertan muchas veces a traducir la cualidad e intensidad de las sensaciones que lo sobrecogen.


3 respuestas a “La adolescencia: más que una meta un camino

  1. Si bien la adolescencia es una etapa transitoria, es en el seno de la familia en donde ésta etapa debería desarrollarse en toda su plenitud y no en la calle, entre amigos, en todo caso al azar. No, repito… la familia debe estar preparada para recibir al nuevo individuo que se cuestiona, esfuerza, reprime en fin todas las características propias de la etapa.
    Algo nocivo que destacar es que muchas veces la famiilia no preparada, extiende por largos periodos, que llegan en muchos casos a ser años de adolescencia, incluso he visto jóvenes-adolescentes de 25 ó 30 años.
    ¿Cómo remediar este comportamiento social?

  2. Quieria simplemente comentar que los adolescentes, para poder lograr «descubrir» un vacio existencial, termino usado muchisimo en la logoterapia, pienso que primero tienen que descubrir valores. Son estos varoles, dice Victor Frankl, que nos lleva al descubrimiento de estos vacios existenciales «para que vivo» Pero no obstante, el adolescente llega a empezar a cuestionarse dentro de su existencia, dentro de su vision del yo. Teme el abandono, y se empatiza con la percepcion que como otros ven al mundo. Se percata, como bien dice el articulo, con el hecho de que le quedan dos años de colegio. Cosa no facil de asimilar. Si el alumno, logra captar y aprender valores, esto lo podran llevar al encuentro del porque de sus vacios existenciales (aveces hasta podria lograr encontrar motivos para algun vacio emocional que tenga.

    Lo tenemos que apoyar como docentes, logrando empatia, una buena y SINCERA escucha de que él piensa en su mundo para traerlo y acompañarlo a llegar a la temprana adultez.

    Prof. Luigi Battistini Ratto

    profesorluigi@gmail.com

    1. Prof. Battistini
      Aprecio su comentario y se lo agradezco. La logoterapia – en general el pensamiento del Dr. Frankl – contiene muchas pistas para comprender al adolescente y para ayudarles con «la definición de su futuro». Acompañarles en el descubrimiento de los valores, implica de parte de los adultos, estar convencido de ellos tanto como para hacerlos patente con nuestro ejemplo. El tiempo para la escucha es la «puesta en valor» del valor de la persona.
      Cordialmente
      Edistio Cámere

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