La exigencia en Educación

Por Edistio Cámere

La ‘exigencia’ es una palabra usada con frecuencia en el lenguaje coloquial pero con un significado prestado del campo jurídico. Desde esa perspectiva connota una acción límite o extrema que se manifiesta cuando se niega o atropella algún derecho reputado como tal por quien reclama. En cierto modo, el sentido de exigir predica cierta presión que intimida con el propósito de lograr una determinada conducta en una persona. El exigir se convierte en un derecho -de quien demanda- y una obligación de parte del exigido. Sin embargo, la acepción del termino exigir no puede extrapolarse sin atender el contexto en el que se pretende aplicar. Utilizado en el ámbito de la educación, la exigencia contiene matices que le otorgan un significado positivo en razón del por qué y el para qué; es decir, en virtud de su finalidad se convierte en un deber para quien educa.  

Revisando el diccionario de la Lengua Española (DRAE, 2001)  ‘exigir’ tiene los siguientes significados: Dicho de una cosa, pedir, por su naturaleza o circunstancia, algún requisito necesario. (La situación exige una intervención urgente) Fig. Demandar imperiosamente”. Sus sinónimos son: requerir, demandar, pedir, percibir, conminar, exhortar, invitar, reivindicar, interpelar. Necesitar, precisar. En inglés, el significado de exigir es to demand (demandar), to requiered (requerir) (Diccionario Internacional Schuster 1998). A su vez, demandar (del latín, demandare, confiar, encomendar) connota: “Pedir, rogar. Preguntar. Hacer cargo de algo y en derecho: Entablar una demanda”.

En un segundo análisis se puede convenir que todas las acciones antes apuntadas se relacionan con el significado del prefijo ‘ex’: “Fuera o más allá con relación al espacio y el tiempo”. Esto es, la exigencia es una respuesta a una proposición planteada desde fuera por alguien o por algo. Incluso cuando se torna en autoexigencia el valor o la meta se alcanzan, se consigue lo que de algún modo trasciende a la persona como modelo o ideal. Por tanto, la exigencia no es un fin en sí misma, tampoco es un medio, es una condición para conseguir un propósito.

¿Qué es lo exigible?

En principio, es exigible lo que es debido para uno y para los demás. Por ejemplo, cuando se circula en automóvil, lo exigible –lo debido- es que los conductores respeten el reglamento de tránsito. Pero ¿qué es lo debido o exigible en una persona? Ciertamente no lo que es; la persona por naturaleza es inteligente, quiere y es libre, por tanto, no se le puede exigir que lo sea. Tampoco se le puede exigir lo que no pueda, por ejemplo que escriba con la derecha si es zurda; menos aún lo que no deba: por ejemplo que contravenga una ley.

Lo exigible es el desarrollo de las facultades superiores del hombre, que se van perfeccionando en la acción continua. “Los hábitos se forman al realizar operaciones, ya que al realizar un acto humano este redunda sobre sus principios o facultades, produciendo en ellas una reconfiguración que predispone al ser humano positiva o negativamente para la ejecución del siguiente acto (…) Poseer hábitos perfectivos es la mejor manera de aprovechar el tiempo, es crecer” ([1]).

La proposición que el obrar sigue al ser pero no plenamente, predica dos realidades. De un lado, el hombre es un ser inacabado, por tanto tiene la virtualidad de tender hacia, de auto moverse hacia fines que, una vez alcanzados, se convierten en medios para otros de mayor entidad o jerarquía. La vida humana es un proyecto que se va resolviendo en el tiempo, donde el futuro se impone como un deber: “Debo construirlo, pero tengo que llegar a él siendo mejor”.

La segunda, hace referencia a las carencias y limitaciones del hombre. Si bien tiene la capacidad de elegir y de proponerse fines, no obstante puede actuar en contra de su naturaleza; puede equivocar los medios elegidos; puede inhibirse de actuar ante una situación. A veces el hombre yerra en la determinación del fin porque, como bien apunta Sheed, “(…) No ve la realidad tal como es y, caso que lo haga, no siempre toma sus decisiones a la luz de lo que ve” ([2]). En ocasiones, los medios escogidos carecen de eficacia con relación a la consistencia del fin y, en no pocos casos, la vida misma con sus colores, sabores, placeres, gustos, vanidades… engolfa al hombre con propuestas balsámicas, distrayéndolo de sus metas o fines. “(….) Las cosas más próximas, es decir, más próximas a la capacidad corporal de reacción, parecen las más grandes” ([3]) e importantes de atender.

La tendencia a la perfección, la temporalidad y las carencias del hombre constituyen los predicamentos propios de la exigencia. “(…) Desde el punto de vista de la persona singular, el conocer su realidad inmediata dará las razones para comprenderlo pero sin amainar la perseverancia en el exigir. Es desde la aceptación de su condición de persona que se justifica la constancia y la paciencia en la exigencia. Se exige a quien se quiere porque el afecto impide aceptar que sea menos que lo que su naturaleza le marca y señala” ([4]).

Con la exigencia se procura acortar la distancia -nunca definitivamente- entre el ser y el obrar, removiendo desde fuera los principales obstáculos antropológicos que, según José María Barrio, son “la ignorancia y la falta de carácter” ([5]). La primera se remueve optimizando las habilidades y capacidades mediante un serio trabajo intelectual orientado a la búsqueda de la verdad. Y la falta de carácter se remueve promoviendo decisiones que se dirijan y se mantengan en el bien, siendo leales a los compromisos asumidos y fieles a los principios éticos y morales. El esfuerzo, la constancia, la fortaleza y el optimismo son algunos hábitos básicos a lograr para hacerse con la verdad y con el bien.

“En cierta manera cada uno somos lo que sean nuestros actos, y, por tanto, nuestros hábitos. Es así como la acción humana no sólo ‘sale’ hacia fuera sino que ‘regresa’ al propio sujeto cuyas facultades quedan mejor o peor dispuestas para la siguiente acción” ([6]). La ejemplaridad y el diálogo contribuyen mostrando rutas y alternativas para que la persona se autodetermine hacia su bien, pero sobre la base de la capacidad de pensar y obrar con criterios rectos y razonables, que son el objetivo fundamental de la exigencia. 


[1] Castillo Genera, “Filosofía”, Ed. Hemisferio, Perú, 2006, pág. 29.

[2] Sheed, F.,  “Sociedad y Sensatez”, Ed. Herder, España, 2da Ed. 1976. pág. 69.

[3] Sheed. F.,  ob. cit.  pág. 52.

[4] Cámere, Edistio, “Un dilema educativo: el método o la persona”, Signo Educativo, N°144, 2006.

[5] Barrio, José María, “Elementos de Antropología Pedagógica”, Rialp, España, 2ª ED. 2000, pág. 184.

[6] Castillo, G., ob.cit. pág. 30.


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