La autoridad como medio educativo

Por Edistio Cámere

Ejercer la autoridad implica que se tome en serio a los jóvenes. “Como decía Crots Grau, a la juventud de hoy se le adula, se le imita, se la seduce, se la tolera… pero no se le exige, no se le ayuda de verdad, no se le responsabiliza… porque en el fondo no se les ama. Y esto es, en definitiva, lo que los jóvenes sospechan y, aunque no se atrevan a declararlo, proceden en consecuencia. El amor y la autoridad, están siendo reemplazados por el emotivismo, por la inundación afectiva, por esas demostraciones de cariño tan ostentosas como superficiales que se aprecian en las paradas de autobuses escolares: Parece que los niños y las niñas partieran como voluntarios a Irak, de donde no se sabe si volverán vivos” (…) (Alejandro Llano).

La autoridad de suyo no es un ejercicio fácil pues implica compromiso, involucrarse y no pocas veces, pasar un mal rato. Decir “no” es como el trueno: anuncia tormenta. Decir siempre “sí” es como colocar un balde debajo del grifo que gotea. En el primer caso, luego de la tormenta el cielo azul y despejado permite que el sol ilumine y alegre el nuevo día. En el segundo caso, el rebalse del agua causará estragos no sólo en el piso, también en las paredes y hasta en los muebles cercanos: la solución postrera tendrá que ser radical.

La autoridad se pierde por exceso o por defecto. Por exceso se denomina: AUTORITARISMO.  Es el afán de dominio, atenta contra la libertad.

Por defecto se denomina: PERMISIVISMO. Dejar hacer, que puede ser por egoísmo y casi siempre por comodidad. Las consecuencias son siempre nefastas (…) “Si al hijo lo dejas a sus anchas desde el principio te encuentras que  a los 16 años te viene  con un martillo, una calavera y  cuatro cruces gamadas en el pecho.  Entonces, intentas ponerte como una fiera para imponer tu autoridad y el enfrentamiento es inevitable.  Es una labor de largo aliento lo de la paternidad” (F. Savater) El exceso de libertad es de algún modo abandono o indiferencia. El hacer sentir la autoridad es muestra palpable de confirmar a los hijos en la necesidad de ser queridos y seguidos. “La propia independencia, la libre actuación personal, sólo se logra desde la base de la dependencia, y nunca la elimina del todo. Porque la libertad humana no consiste en la carencia de vínculos, sino de la calidad de esos vínculos y en la fuerza vital con la que uno los acepta y permanece fiel a ellos” (Alejandro Llano)
Con la autoridad es conveniente buscar el justo medio entre la fortaleza y el cariño.  Fortaleza para tomar una decisión y para mantenerla. “Si algo se decide de una vez para siempre, la decisión de un momento requiere continua reafirmación. (…) Sólo en la continuidad hay eficacia. Las obras valiosas no se hacen de golpe y sólo la continuidad operante logra realizarlos.”(José María Albareda). Cariño para comprender, estimular y agradecer a los hijos, generando un clima de confianza ausente de sarcasmos, ironías o mofas.
La autoridad en opinión de F. Corominas es “la principal influencia externa de los padres respecto a la educación positiva de los hijos”. Los padres, por su misma condición y por ser los primeros educadores, tienen autoridad. Pero es en el ejercicio donde  la pueden perder, aumentar, mejorar e incluso recuperar, lo cual quiere decir que la autoridad no es sólo cuestión de detentarla: es en el taller de la vida cotidiana donde se fragua su eficacia.

La autoridad es la capacidad de servir al bien de  los hijos. El bien se relaciona, de una parte, con el proyecto educativo que tenga la familia y el esfuerzo que invierten los padres para encarnar y, por ello mismo, especificar y resaltar los valores que consideren importantes; de otra parte, con la exquisita tarea de conocer a cada hijo para en orden a sus capacidades, limitaciones,  ayudarle a que descubra su propio camino; y, por último, con la confianza y cariño fundamentales para que el hijo se deje guiar contando con su querer y propiciando que con autonomía tome sus propias decisiones.


4 respuestas a “La autoridad como medio educativo

  1. Me agrada saber que la autoridad no es un don y que para muchos es una simple suma de carisma y firmeza. La autoridad pasa por estadios a mi entender, y es que, la autoridad primero debe ser permisiva, ya que un buen gestor de esta, en tiempos precisos, permite conocer el nuevo reto: lo adolescente. La permisividad que tiene el más temido de los felinos para dejar que sus cachorros mordisqueen sus orejas, se alejen de sus dominios o simplemente no lo acompañen en su andar; la misma que se equilibra con un rugido o una mirada que aquieta el ímpetu del más atrevido. La autoridad es la que aclara el tumulto de libertades, la que despoja de armaduras para hacerlas sensibles al viento, ese viento que acaricia o que marca, ese viento que se oculta pero responde, ese educador que lo lleva dentro.Me alegra mucho saber de Ud.

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