La certeza en las relaciones interpersonales no añora una nueva escuela.

Edistio Cámere

El retorno a las clases presenciales en los colegios, viene precedido con algunas frases – o eslogans -: nueva normalidad; la escuela que viene; la nueva educación, etcétera, donde la palabra ‘nueva’ es recurrente. Confieso que esta frase nueva normalidad, despierta mi curiosidad: ¿a qué hace referencia?, ¿a vivir entre protocolos preventivos sanitarios: uso de mascarillas, geles, limpiezas responsables y desinfecciones continuas? y ¿a desenvolverse respetando las medidas del distanciamiento social? Si es a esto último el lo que se alude con nueva normalidad, con la prudencia del caso, obviamente y sin someter a los integrantes de una comunidad educativa a rigores formalistas ni a temores paralizantes – es entendible, necesario y pertinente, hasta que las autoridades sanitarias, políticas y el sentido común digan lo contrario. 

Mas si como nueva normalidad se apunta a lo más sustancial del ritmo, del estilo y del norte de una escuela, otro será el rumbo planteado. En efecto, el sentido de la frase no es que después de haber asimilado las enseñanzas y las consecuencias de la Covid-19 se retornará a la normalidad. En tono imperante se dice que se alcanzará, se logrará una nueva normalidad. Se ha repetido sostenidamente que la pandemia ha generado incertidumbre en la escuela, al punto que se habla de comienza a hablar de una nueva educación. 

En educación, la pregunta sería ¿qué es lo que genera incertidumbre? Algo incierto es contrario a certeza, que es conocimiento seguro y claro de algo. También, significa, falta de seguridad y tiene como sinónimos: duda, vacilación, indefección, irresolución y perplejidad. En la vida, la falta de certeza es más común de lo que se piensa. Un nuevo trabajo, un viaje al extranjero, el giro de un dictado de una clase, la aproximación a una nueva área del saber, etcétera, en no pocos casos se procura suplir ese desconocimiento e inseguridad, conversando con quienes conocen más; o mediante el estudio o aprendizaje directo. Sea que se opte por una o por otra modalidad, lo incierto de la vida ayuda a desarrollarnos. Esta incertidumbre que bien podríamos llamarla ´insumo para el aprendizaje´, es propia de todo aprendiz – en cierto modo, los hombres somos aprendices – que acicateado por conocer, por iluminar lo oscuro, se deja ´seducir´ por lo incierto de la materia a abordar. En la escuela, ante cada estreno de un saber o año lectivo, el aprendizaje en los alumnos es movido por el querer conocer, para desterrar la incertidumbre y aprisionar la certeza. En la escuela este efecto se puede tocar, además gracias a lo ´incierto´ sus alumnos crecen como personas. 

En adición al ´insumo para el aprendizaje´ se tendría que afirmar que los docentes han demostrado capacidad para pechar con éxito las exigencias del dictado de clases a través de medios virtuales. Han dado noticia clara y contundente de que la docencia no es mera transmisión mecánica de conocimientos sino una actividad intelectual mediante la cual el docente no solamente configura, con criterio e intencionalidad, variedad de situaciones que armonicen el interés con lo interesante, sino que ofrece a la inteligencia del alumno el camino y la meta hacia dónde dirigirse, de manera que no se disperse y logre su incremento sistemático. 

La educación es un acto humano relacional. Es humano porque se realiza entre seres humanos inteligentes, que quieren y son libres; es acto porque tiene que llevarse a cabo con la intención expresa de educar y, porque el docente debe tener en posesión el conocimiento o bien a comunicar. Finalmente, sin que medie relación o vínculo difícilmente se logra aprendizajes sostenidos. Además del docente, el alumno aprende de la convivencia con sus pares. ¿Qué aprende? Descubre su identidad, sus talentos, la amistad, la solidaridad, a mejorar su carácter y a corregir sus defectos. Mientras no se pierda la relación entre personas, la creatividad sabrá darle mil usos a lo virtual, más si se pretende introducir la incertidumbre en las relaciones interpersonales, el remedio habrá sido peor que la enfermedad: se habrá corroído desde sus cimientos la escuela. 

Esta es la incertidumbre que lejos de dar seguridad, siembra la perplejidad, el desconcierto y hasta paraliza la acción. La que efectivamente hace daño es la que se origina en la falta de certeza en las relaciones interpersonales. La vida de un niño sin vínculos significativos es sumergida en la más triste incertidumbre. También existe incertidumbre cuando el fundamento de una relación se distorsiona, por ejemplo, que un profesor no enseñe intencionadamente; que un padre de familia no interactúe a posta con la escuela interesándose por su hijo. También es incierta una relación cuando un extremo de esta no es previsible, no entrega lo que se espera de él; cuando un niño en casa o en la escuela no recibe el apoyo requerido o que le aclaren las deudas. En resumen, cuando en una relación interpersonal no se establece con claridad vínculos o conexión – predecibles – hace la vida incierta, más todavía en los niños y jóvenes.  

Se logra despejar la incertidumbre en la medida en que permanecen claras, firmes y coherentes las relaciones interpersonales entre los miembros de una comunidad educativa. Más aún, base para la certidumbre en las relaciones es la confianza: en que la otra persona me brinde lo que me es debido o lo que necesito. Sin el trato personal con el docente, sin el aporte de los compañeros; sin la convivencia que ayuda al desarrollo de la personalidad, precisamente porque se aprende a respetar y reconocer al compañero en su calidad de persona, sin las posibilidades del juego, los deportes, y la dimensión estética… la educación sufriría una reducción en su esencia. En el futuro próximo un colegio será innovador en la medida que haya sabido mantener ciertas sus relaciones interpersonales educativas y haya enseñado a recibir y acoger a los demás en su condición de singulares e irrepetibles. 

En materia de relación profesor-alumno, la educación virtual ha mostrado una cara débil de cara al vínculo propiamente dicho. Quedan salvadas la intención, que efectivamente, el docente quiera conectarse con la persona del alumno y las competencias o habilidades pedagógicas en tanto lo acreditan ante aquel como profesional de la educación. El contexto, me refiero, al espacio o lugar en el cual dos personas se encuentran comunicándose objetiva y subjetivamente. El contenido objetivo, la materialidad de la comunicación, persiste en la educación virtual; en cambio, la subjetiva, que se origina por la presencia, la corporalidad sumadas, las interpretaciones y reacciones de quienes interactúan no está claro que tengan la misma eficacia que en las relaciones reales. A través de la tecnología, el contexto de cada interlocutor no se integra en la conexión, en cierto modo, no juega a favor de fomentar la significación en las relaciones. El participar físicamente en un mismo ámbito, confirma lo relacional del trato entre dos personas. Sin embargo, en la escuela, el recuerdo – conocimiento previo de los actores – más la presunción de volver a encontrarse, así como, la claridad en las relaciones educativas ha mantenido las cenizas encendidas. 


Una respuesta a “La certeza en las relaciones interpersonales no añora una nueva escuela.

  1. Ahora está en juego, para las consideraciones,un factor fundamental de la dinámica educativa, la relación y lo que implica, el trato, el encuentro, la convivencia, ya que no sólo se transmiten u otorgan conocimientos, informaciones sino también valores. Sus señalamientos y preocupaciones son muy pertinentes, no sólo para señalar lo importante que es no desnaturalizar a la educación, cuestionando de la «nueva normalidad» sino también llamando la atención, eso creo, de la posición del Estado, sin reducir para nada la situación de salud por la que estamos pasando y sin dejar de reconocer la responsabilidad que le compete, pero, acaso, el Estado no ha dado muestras de incompetencia sino de indiferencia respecto a la educación efectiva de niños y jóvenes. Acaso no nos es urgente como país y sociedad, educar a quienes tarde o temprano se harán cargo del país en diversos estratos y con diferentes funciones, cuánto tiempo más perjudicaremos, más allá de lo mucho que han realizado los docentes, los mismos alumnos y las familias, a la educación, como realidad y actividad social, que es comunicación y relación vivas, humanas en un sentido integral, con presencia. Llama la atención que otras actividades, de recreación por ejemplo, se hayan considerado y no el acceso a la educación «presencial» en todos sus niveles, como si no se pudieran tomar las medidas en unos ambientes que justamente tienen un impulso renovador y conservador de lo bueno culturalmente hablando.

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