Fenomenología de las últimas elecciones en el Perú

Edistio Cámere

Un primer hecho que salta a la vista es que el hombre tiene la capacidad efectiva de tomar elecciones particulares al amparo de su libertad. Las razones o motivos que cada quien baraja determinan o limitan la opción a asumir. Lo mismo cuando la gama de estímulos es múltiple – una carta de menú, por ejemplo – o cuando las alternativas son cerradas elegir entre a y b. Ahora bien, cómo la libertad no se verifica en abstracto, sino que se especifica en elecciones particulares, ante un mismo hecho u acontecimiento puede tener expresiones o manifestaciones dispares. En buena cuenta, la singularidad de la persona se revela en el ejercicio de su libertad. Las razones para tomar posición no tienen porqué ser enjundiosas, racionales, bizarras o solidarias: caben también razones subjetivas, irracionales, opuestas, vindicativas o por mera preferencia… Con todo, las personas actúan buscando siempre su bien, pero acomodado, interpretado y entendido en función de su propio juicio.

En esta línea, en la jornada electoral los peruanos sobre la base de sus propias razones y de su elección particulares tomaron posición. Coincidencias, discrepancias,diferencias, oposiciones, etc. estos y otros adjetivos caracterizarían tanto a los votos emitidos como a los no concretados. La libertad encuentra su apogeo en espacios y contextos que la promuevan, la valoren y la respeten: uno de ellos es un gobierno decididamente democrático. No obstante, que se desenvuelva mejor en ese régimen, no quiere decir que la libertad sea una dádiva o concesión de los Estados. La capacidad de elegir es una prerrogativa inherente a la persona, por tanto, los gobiernos están obligados a promoverla y no a ahogarla. 

En este sentido, la promoción y el respeto por las elecciones particulares tiene que reflejarse palmariamente en las políticas, orientaciones y estrategias formuladas y actuadas en las diversas instancias gubernamentales nacionales, regionales o locales. Cuando la sociedad está desarticulada y son los ciudadanos individualmente quienes – en condiciones asimétricas – interactúan con el estado, su campo de elecciones se reduce y en mucho. En cambio, en la medida que en una sociedad abunden instancias intermedias – fuertes, dinámicas y activas – desde donde las personas puedan aportar, decidir y apoyarse mutuamente, podrán protegerse articuladamente de los excesos o imposiciones de los entes del estado. A mayor distancia, despersonalización, interferencia y orfandad, el voto no atenderá los planes o propuestas de gobierno de los candidatos sino canalizará una posición contra la estructura de un estado y el estilo de un gobierno.

Una segunda ruta de análisis guarda relación con las tendencias generales, manifestadas en el conjunto de los resultados obtenidos. Dichas tendencias, encuentran explicación en algunas huellas – acentuadas con el paso de los años – en la realidad peruana. Señalaré someramente tan solo cuatro:

a) suele ocurrir que toda nueva elección altera el statu quo logrado por las acciones de un gobierno saliente – independiente de su valoración – el cual ha instalado modos o usos operativos aprovechados con eficacia por grupos de poder económico; grupos coludidos con la corrupción; grupos ideológicos y, por último, por grupos que operan sin contravenir las leyes. El temor al “cambio” genera resistencia, – se entiende que no es decorativa sino abiertamente activa – tanto mayor cuanto más usufructúo se ha recibido del gobierno;

b) desde hace 40 años, las mentes de una gran parte de nuestros jóvenes se las han amoblado con conceptos, criterios, actitudes y sentimientos de corte marxista, ora más radicales ora más refinados, pero lo cierto es que el resultado ha sido la configuración de una forma mentis -latente- jalonada por las contradicciones y por la confrontación;

c) esa mentalidad latente ha sido y es atizada por un estado fallido, ausente, sin norte ni miras claras hacia el bien común, con magros e ineficaces servicios públicos que restriegan en el rostro la frustración de no poder elegir otra alternativa; proclive al populismo, a las promesas incumplidas o dádivas mal orientadas; al extremo es el estado el que no solo sufraga, también apaña iniciativas que socavan la democracia y la integración del país; y,

d)  una vena que recorre por igual por el cuerpo del estado y de muchos ciudadanos, llevando el flujo sanguíneo de una suerte de mesianismo. El primero, a través de sus sucesivos gobiernos, tiene la convicción de que es el llamado a garantizar la felicidad y el bienestar a todos y, además, ambas tienen que ser diseñados e incoadas por aparato estatal. Los segundos, están convencidos de son otros los llamados a impulsar los cambios, votando por fórmulas presidenciales o planes de gobierno distintos y, por distintos, no requieren de mí, de tu concurso.


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