El 5to de secundaria: entre el colegio y la universidad

Por Edistio Cámere

Para los colegios de educación básica regular su proceso educativo y formativo, al cual dedican tiempo, sapiencia y gran dosis de paciencia y creatividad, termina oficialmente en 5to de secundaria. El perfil del estudiante, que en su momento presentaron y se comprometieron ante los padres, se hace realidad en cada uno de sus egresados. Es más, gracias a la madurez alcanzada este último año es propicio para afinar o ultimar detalles en cada estudiante. En este sentido, este es el grado en que el colegio se esmera en rematar su propuesta educativa aprovechando precisamente las ventajas y fortalezas propias de la edad evolutiva de los jóvenes adolescentes. 

Es el colegio el ámbito apropiado para que el joven del último año escolar trace su proyecto de vida, en el que se incluye la elección de su carrera profesional. Dicha tarea reclama de un acompañamiento capilar, pues la aventura que va a emprender al término del colegio no es de poca monta, tanto así que el sosiego, la concentración y la reflexión dialogada son complementos necesarios. 

El primer semestre

Sin embargo, esa calma y tranquilidad necesarias se ven amenazadas por algunos eventos intensos, febriles que capturan las energías y emociones de estos jóvenes. El primer semestre del año se ve jalonado por el viaje de promoción, en cuya preparación se gastan ilusiones, ensueños, conversaciones y planes furtivos y cuyo único propósito es que aquel se convierta en ‘el viaje de promoción’. En la elaboración de esta maqueta idílica los jóvenes invierten antes de su concreción, horas y días; y a su regreso hacen lo propio. ¡El cuerpo en la carpeta y la mente navegando en ensueños, y luego en los recuerdos!     

No es mi intención cuestionar los viajes de promoción, pues son todo un acontecimiento que me temo ha ido paulatinamente distanciándose de su prístina finalidad: escolares que con ocasión de una actividad en común aprovechan un tiempo para integrarse aún más y grabar en sus mentes y corazones la historia construida y vivida juntos durante doce años.    

Los viajes de promoción no pocas veces se convierten en ocasión de conflicto entre los mismos padres o entre éstos y el colegio. Las razones del disentimiento se encuentran en el destino (que se pondera tanto que se torna en el fin principal del viaje); si se autoriza o no que ingieran licor (la cantidad es también un punto de la agenda a discutir); en fin, a cada escuela corresponderá considerar los medios más oportunos para que el viaje de promoción contribuya -desde sus principios educativos- a la terminación del perfil del alumno propuesto ante la comunidad educativa. 

El segundo semestre

La segunda parte del año lectivo se ve conmocionada por los ingresos a las universidades. La penetración de aquéllas en los colegios es un hecho patente, al extremo que los alumnos se sienten ‘presionados’ por su presencia explícita mediante visitas y entrega de folletos, acompañados por una corte de objetos promocionales e implícitamente por las fechas, por las probabilidades y las modalidades de acceso. Y los jóvenes terminan –en no pocos casos– optando más por una universidad que por una profesión.  No cabe duda que la elección es una febril ‘carrera’  cuya velocidad viene marcada desde fuera, es decir, por las propias universidades.  

Las modalidades de acceso a las universidades son de diversa índole: por tercio superior, por examen, por la ‘pre’, entre otras. Lo importante no es tanto señalarlas cuanto resaltar su influencia en la dinámica escolar dependiendo de su distribución temporal. Quien ingresa por estar ubicado en el tercio superior de su grado, desde los primeros meses del segundo semestre adquiere un nuevo estado: escolar-universitario. Continúa siendo colegial pero se sabe universitario, de manera que su actitud muda a la de un turista que se fija en aquello que le sorprende, le interesa y le agrada. ¡Remontarla en los meses finales es tarea no siempre fácil para los docentes!    

Ingresar por examen o por la ‘pre’ es sinónimo de desplazar el centro de su interés. En el mejor de los casos, las tareas y exámenes escolares merman en su calidad y oportunidad en la entrega; en el peor, su presencia en el colegio deja de ser regular. Añádase, además, los cuestionamientos que suelen hacer los alumnos a la enseñanza impartida en su escuela, en contraste con la que reciben en las academias o en las ‘pres’, que por cierto su finalidad no es otra que habilitarlos, en corto tiempo, para que puedan tan solo superar el examen de ingreso. En suma, el colegio tiene que remar contra corriente y usar de todas las estratagemas a su alcance para que sus alumnos del último año se enfoquen y se mantengan bien dispuestos a continuar en su proceso educativo.    

Después de unos buenos años en que los profesores han ido sembrando y cultivando con paciencia, en el esplendor escolar -5to de secundaria- signado por la madurez del joven, el colegio espera cosechar generosos frutos; sin embargo, en la práctica la siega no siempre se completa.

¿Qué hacer?    

¿Qué hacer al respecto? No es fácil dar una única respuesta ni tampoco se puede aventurar una única solución. Pero una cosa es cierta: las universidades están en franca competencia, hecho que lleva a concluir que seguirán impertérritas en su afán no solamente por atraer más postulantes sino también asegurarse que formen parte de su casa de estudios. Como resultado de esta desbocada e intensa justa, los exámenes de ingreso podrían adelantarse para principios de año o, en el extremo, inquietar a los alumnos desde el penúltimo grado.    

La educación básica regular es importante en el desarrollo integral del estudiante y como proceso debe terminar sin sobresaltos. A mí se me ocurre que los colegios, primero al interior de cada uno y luego por asociaciones, deben generar una corriente de opinión que pondere la conveniencia de implementar un 6to año en secundaria. De manera que se salvaguarde el término de la formación del alumno y, ya con mayor madurez, se le acompañe en la elección de su profesión más por vocación que por el impulso de las universidades.    

La autonomía de los colegios obliga a preservar su identidad y a partir de allí dialogar para tomar acuerdos con las universidades que beneficien y respeten los intereses de ambos, pero sobre todo de los alumnos.


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