Educar es proponer, no imponer

Edistio Cámere

A la educación básica regular se le pide mucho, pero se le respeta poco. Sus éxitos quedan ocultos ante la mirada indiferente de la sociedad, en cambio con sus errores se manceban tiros y troyanos. Haciendo caso omiso a la mínima predictibilidad, cada año el Ministerio de Educación, emite normas, y procedimientos que desconciertan y obligan a apurar el paso para cumplir con los plazos de la adecuación. Los docentes ni los colegios pueden evaluar lo actuado para corregir e introducir mejoras luego de concluido una periodo lectivo. La prisa empaña el proceso educativo y, los cambios continuos,  la estabilidad. El contexto que enmarca la educación básica regular no es el más propicio, sin embargo, desde todos los frentes reclaman  su calidad.

            Los éxitos en la escuela no son mediáticos, más bien, se  acompasan con los logros que cada alumno obtiene gracias al paciente y dedicado esfuerzo de sus profesores. No se ven, pero permanecen en el tiempo. Cada mañana en el Perú millones de alumnos y miles de docentes realizan verdaderas epopeyas humanas: – antes de y en plena pandemia- enseñar, aprender, corregir, estimular, escuchar, sonreír, esperar, conversar… Este es el trama educativo que se teje sin pausa pero sin prisa en las aulas. Mientras tanto, en oficinas, ovales o cuadradas, se cotejan métodos, se apuran disquisiciones ideológicas, se planifica y pergeñan indicaciones, etc., pero, es en la escuela y en el aula en donde se configuran el acto educativo y la forja de personas. 

A diferencia de la medicina que busca recuperar al hombre de una enfermedad; de la psicología que le tiende la mano para ayudarlo a emerger de las profundidades de sus angustias vitales. A diferencia de otras ciencias humanas que estudian al hombre dentro de un contexto social, la educación, que lo atiende en proceso de ser mientras está siendo, tiene como objeto acompañar, auxiliar, trasmitiendo criterios y ejemplos para que la persona libremente se gobierne. Tal acción implica: que el hombre es indeterminado, abierto a muchas posibilidades de obrar y de elegir. 

Si se mezcla hidrógeno y oxígeno en proporciones adecuadas se obtendrá agua. Empero, de la enseñanza no se sigue necesariamente el aprendizaje como tampoco de una ley promulgada, su cumplimiento. De igual manera, lo aprendido no conduce estrictamente a su aplicación – en el sentido previsto – en el obrar. Todo educador debe ser bien consciente de que su actividad tiene unos límites. Estos le vienen marcados por la naturaleza del educando, de la que no puede hacer todo lo que se quiere; por su libertad que se puede oponer a la educación y hacer vanos sus esfuerzos; y, finalmente, por las propias insuficiencias del educador, ante todo, por la limitación de su conocimiento. [[1]] Educar no es un proceso ni acto mecánico, es una proposición – no imposición – al querer de personas libres – la pluralidad de propuestas educativas y la libertad de enseñanza, lo refuerzan-. 

Cuando se habla de persona se alude a un quién con nombre propio, con una personalidad, con una historia, con inteligencia, voluntad, irrepetible y libre por naturaleza. Desde esta óptica, la clave en educación radica en el cómo se convoca a la libertad de los docentes y alumnos para que quieran enseñar y aprender. Aportar y comunicar las capacidades adquiridas en beneficio de los demás es una acción solidaria, pero hacerlo es una decisión libre. Por eso, una persona puede renunciar a hacerlo:  gajes de la libertad personal y no de una mala educación.


[1] Stein, E. “Escritos antropológicos y pedagógicos”, Tomo IV, 2003, Madrid, Ed. Monte Carmelo, p.574


Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s