¿Los cuidadores?

Edistio Cámere

La palabra cuidador, cuidadores suele utilizarse en el ámbito educativo oficial en reemplazo de las palabras papá o mamá. Cabe señalar un matiz: no se habla o se escribe en femenino. ¿Será porque el lenguaje inclusivo no aplica a la inversa? Las implicancias incrustadas en su uso hacen referencia al interés de negar la función o en su defecto, limitar la acción paternal al mero cuidado. La sustancia de ambas palabras no admite comparación. La tarea del cuidador está acotada a cuidar: a un enfermo, la casa, la ropa, a niños, etc. Para los padres, el cuidar es una entre las mil necesidades que tienen que cubrir a sus hijos. Una madre primero toma a su hijo en brazos, luego le da de lactar. El niño busca y necesita establecer una conexión emocional, saberse mirado, seguro e importante en tanto amado.  En cambio, un cuidador no necesita vincularse significativamente ni se obliga a atender necesidades materiales, afectivas ni menos morales. Se ha hecho recurrente en el lenguaje reducir y minimizar la importancia y funciones de la familia.

Sin embargo, hablar de cuidadores en vez de padres implica afirmar que su presencia y funciones se consideran como módulos de intercambio. Siguiendo esta lógica, mañana sería válido referirse a los padres como operadores educativos… “El lenguaje tiene una carga simbólica (ideológica si se quiere) innegable: poner nombre a las cosas significa identificarlas con la concepción sobre ellas trasmite ese nombre” [Sáenz del Castillo, F.] ¿Tan indecoroso o agresivo resulta llamar padres que se prefiere usar cuidadores? Con el lenguaje se vehiculiza el pensamiento; el pensamiento se nutre y “metaboliza” la realidad y, a través ideas o conceptos da noticia de cómo aquella – la realidad – le afecta, lo cuestiona o lo ilumina. Si, por el contrario, el lenguaje se hace autorreferencial, es decir, se sustenta en lo que se siente, se crea o convenga, sin que medie la realidad, se advierte el objetivo de “refundar” o disolver la cultura occidental-cristiana [la del sentido común para mayores señas] configurando una suerte de realidad, de “narrativa”, a partir de la cual se busca imponer un pensamiento hegemónico, con la ayuda del poder establecido.

El socialismo del siglo XXI ha enfilado sus baterías sobre la trama de lo cotidiano y del sentido común. Las personas son únicas e irrepetibles, presentan diferencias individuales y precisamente por eso se complementan aportando al desarrollo personal y social. El hombre es también un ser social. La convivencia causa obligaciones: familiares, laborales, amicales, sociales, morales y civiles…etc. Los deberes que se adquieren con arreglo a las funciones o tareas admitidas conforman las relaciones personales y sociales de tal manera que unos dan y otros reciben. Por ejemplo, la relación médico –  paciente: en la que uno cura y el otro es sanado, se configura como complementaria y no de contradicción. Cuando el padre atiende a su hijo no está en una situación de poder y dominio: configura una relación complementaria de amor.


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