El estilo educativo, herramienta para formar personas optimistas

Por Edistio Cámere

Ser optimista ¿es una necedad en la coyuntura actual? ¿Es una postura idealista y soñadora? Pues ni lo uno ni lo otro. Soy un convencido que dicha actitud es sostenible, realista y sobre todo eminentemente educativa. Mi pretensión no apunta a que ustedes muden sus puntos de vista. Me sentiré complacido si tan sólo soy capaz de mostrar que la vida estudiantil discurre en ambientes donde la labor docente no se agota en el alumno, sino que busca a la persona, razón y causa de nuestro optimismo y esperanza. 

No cabe duda que estamos en un tiempo cambiante, complejo, difícil y exigente… no obstante, la propia existencia se despliega en tal tiempo. Frente a este hecho caben dos actitudes: 1) Añorar épocas pretéritas como mejores, mirando únicamente lo negativo de lo actual y esperando pasivamente el advenimiento de nuevos periodos; y, 2) Ser conscientes que lo nuestro es decidir qué hacer con este tiempo que se nos da y que al recibirlo ‘se hace proyecto personal’. Por tanto, es vital aprovecharlo escribiendo la propia biografía al realizar las tareas -cuentas que van engastándose en el diseño de la propia vida- que nos corresponde hacer y que este tiempo nos facilita.

Todos somos hijos de este siglo; por tanto, de uno u otro modo lo que se haga o deje de hacer afectará a los demás. Aceptar este tiempo nos lleva reconocer que no se está en el mejor de los mundos, precisamente por eso se puede actuar en él para mejorarlo. “En efecto, no estamos en el mejor de los mundos posibles, por el contrario, estamos en un mundo en donde, por muchos motivos, las cosas no están bien, pero, precisamente por eso debemos empeñarnos en arreglarlas, en lograr que las situaciones mejoren” (Leonardo Polo).

El empeño por mejorar las cosas implica un prerrequisito: atender, abrirse a la realidad, pues las cosas son como son, no como quisiéramos que fuesen. El cambio no es una idea feliz o un pensamiento mágico que opera automáticamente porque lo deseo o anhelo. El cambiar es un quehacer esforzado que se fundamenta en el querer. Esta mirada pone el acento en lo que efectivamente puede hacer la persona, con la condición de que sepa distinguir las posibilidades que ofrece toda situación y las convierta en disponibles para su desarrollo.

El verano -aunque a veces no se haga notar- motiva la siguiente metáfora que permite puntualizar el sentido y la finalidad del proyecto educativo de nuestros colegios. Desde donde se mire el mar asombra por su inmensidad, por su belleza y majestuosidad. Al mismo tiempo, también intimida y desafía. Es una gran masa de agua que guarda una riqueza multiforme pero que puede ser inclemente cuando, embravecido, rebasa sus límites. No existe ecuación posible entre el ancho y profundo mar y lo pequeño del hombre. Sin embargo, el mar está ahí sugerente y sugestivo convocando a ser conquistado por el hombre, quien responde con el talante y los bríos que le otorgan su inteligencia y su voluntad.

No obstante, no todos los hombres responden por igual; cada uno lo hará con arreglo a su vocación. Habrá quienes se deleiten con la mera contemplación. Otros aplacarán el calor chapoteando en sus orillas. No pocos lo usarán como escenario para ejercitar sus habilidades en competencias deportivas. Algunos echarán las redes en espera de los peces que habitan en las orillas. Habrá los que se sumerjan en sus profundidades a fuerza de pulmón para extraer piedras preciosas. Navegar es otra forma de dominio: desde los originales caballitos de totora, pasando por los submarinos, hasta los imponentes cruceros. El sueño de muchos escritores visionarios de antaño es hoy realidad palpable. ¡Cuánto más podrá conseguir el hombre en el futuro! Es impredecible. Las fantasías de hoy serán certezas del mañana. Pero ese mar provisor y prometedor es el mismo que se agita, se embravece, manifestando su ira en tormentas y maremotos.

Educación y persona

La educación se realiza dentro de un contexto social e histórico determinados. No puede escapar a sus influencias, sean estas positivas o negativas. Lo importante, además de discernir aquello que redunde en beneficio de la pedagogía, es colocar al joven o a la joven en inmejorables condiciones frente a ‘su’ situación para que pueda ‘con’ y ‘desde’ su propia vocación descubrir y aprovechar las riquezas y posibilidades que aquella contiene para su propio desarrollo.

Una feliz estrategia para sostener un estilo educativo es identificar lo que de permanente anida en un ambiente como el actual, caracterizado por los cambios. Lo permanente es, sin duda, la persona. Un ‘alguien’ que demanda los mejores esfuerzos y energías intelectuales para atenderlo y formarlo en orden a su dignidad con la absoluta certeza que es el sendero propicio para mirar el futuro con esperanza. Pues, quien espera, espera algo mejor, porque piensa que su entorno y él mismo son mejorables. Lo mejor es un estado a alcanzar a condición que el presente se perciba tan solo como el inicio del trayecto que conduce a ese fin. En este sentido, el futuro no llega en virtud de un dinamismo o fuerzas desbocadas provenientes del exterior que nos empujan a empellones en él. Todo lo contrario. Construir el propio futuro es una tarea, con una consigna como divisa: ‘No llegar a él siendo tal como somos ahora, sino mejores’.

Cuando se mira a un niño o a un joven, se hace patente en ellos el misterio del futuro (el niño será…, el joven será…) y el rigor del presente. Digo ‘rigor’ no porque el hoy sea implacable, sino que aquel aprisiona la llave maestra que permite abrir la puerta del mañana de cada estudiante. Al respecto, la acción en el presente es siempre una suerte de prerrequisito que solo se podrá cumplir si somos capaces de trascender la función o condición de alumno para encontrarse de pleno con su persona. Por esta ruta se transita hacia una educación que enfatiza el pensar, el querer, el saber, el desarrollo de virtudes, la solidaridad… una educación que no se queda solamente en poner ‘algo’ desde fuera, sino que intencionadamente procura extraer, educir lo que el alumno tiene de singular en su propia naturaleza para lograr su cabal formación.


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