La palabra y la ejemplaridad en el trato personal

Por Edistio Cámere

La educación, a través de sus planes y procesos, tiene como meta al educando en tanto persona. Las tendencias predican las coincidencias; pero las diferencias obligan al trato personal como estrategia para contribuir a formalizar las relaciones personales inéditas que establece el alumno con el proyecto educativo propuesto por la escuela, ya sea a través de su ideario o de los contenidos curriculares. De hecho, toda acción educativa tiene la virtud de modificar al educando. Pero para que ese cambio sea significativo en la biografía del alumno, es menester procurar su participación activa y deliberada, ya que de otro modo no revestiría carácter definitivo.

Conseguir que el niño o joven sea protagonista de su desarrollo no es fácil. Pero sería más difícil y oneroso si no mediara el trato personal. Y cuando se habla de trato personal se está bien lejos de presentarlo como una suerte de interrelación gravosa o demandante, que sustrae al profesor del cumplimiento de otros deberes y obligaciones. Es que el trato personal tiene que enmarcarse dentro de la ordinaria relación que se establece entre el docente y el educando. 

En primer lugar, habría que decir que la disposición y la confianza del alumno hacia el docente no representan una cima que hay que conquistar. Simplemente se da. En segundo lugar, los roles y funciones están debidamente perfilados, razón por la cual, en primera instancia, el alumno es dócil a la acción del docente. Y, en tercer lugar, la relación se establece entre dos personas ubicadas en diferentes estadios de madurez y experiencia, lo que permite, entre otras cosas, que la valoración de lo que se comunica -sin que esto implique ningún viso de menosprecio- está estrechamente vinculada a ‘quien’ lo hace.

Dicho de otra manera, el alumno reconoce autoridad en el profesor en virtud de lo cual lo que éste dice, aunque sea breve, constituye para aquél algo importante. Por tanto, la eficacia del trato personal radica en la palabra y en la ejemplaridad del profesor. Esta autoridad que tiene de suyo el maestro, tiene que acrecentarla con obras y siendo consecuente. De lo contrario, el acercamiento al alumno no pasaría de ser una mera relación formal.  

Cómo llegar al alumno

La palabra es fundamental para intentar educar la interioridad del alumno. El contacto o trato con la interioridad exige respeto, que es una actitud educativa básica por parte del educador. Además, reclama de encuentros, momentos o espacios, cuya atmósfera facilite que efectivamente el alumno descorra el cerrojo de su mundo interior. “Para ayudar a un sujeto, primero necesita ser comprendido. La comprensión de los jóvenes viene a través de escuchar, escuchar y escuchar” (García Hoz). 

Cuando el alumno es genuinamente recibido o tratado como un ‘tú’, la palabra del docente opera con eficacia. Copio dos textos sobre la contundencia de la palabra, cuyo efecto mayor se palpa en la relación uno a uno. “Bueno será tener en cuenta que la palabra del maestro no se utiliza únicamente en la explicación de lecciones, sino que tiene más posibilidades. A título de ejemplo se indican tres categorías de influencia directa y cuatro de influencia indirecta, que responden a otras tantas formas de utilizar la palabra. La explicación de la lección es una forma; pero otras son: la ordenación del trabajo de los alumnos, la  aceptación explícita de los sentimientos de los estudiantes, la incitación al trabajo, la aceptación de las ideas de los estudiantes, y el establecimiento de diálogos sobre contenidos o procedimientos del trabajo escolar. El hablar de los estudiantes tiene dos formas: la de la respuesta  a los estímulos o preguntas del profesor y la de iniciativa” (García Hoz).

Podemos concluir afirmando que el conocimiento de los alumnos no es empresa fácil. Supone esfuerzo, intención y perseverancia. Sin embargo, si a pesar de todo los intentos seguidos  resultan infructuosos, vale la pena en tales casos recordar lo que amonesta García Hoz: “Entonces debemos practicar la humildad para reconocer la propia limitación en el intento de conocer a un alumno, y esperanza en el propio alumno, el cual, aparte de lo que ‘razonablemente’ se pueda esperar de él, tiene fuerzas insospechadas que en cualquier momento pueden expresarse a través de manifestaciones insospechadas”.


4 respuestas a “La palabra y la ejemplaridad en el trato personal

  1. me parece muy interesante la cita de García Hoz, que me parece central en en el artículo: La comprensión de los jóvenes viene a través de escuchar, escuchar y escuchar”. Sin embargo me parece insuficiente, porque no se habla de las habilidades de escucha del profesor, ya que la escucha se aprende,m es una actitud y debe ser practicada. Es una parte integrante de la educación emocional que representa un cambio en el centro de gravedad de la educación poniendo al alumno como persona en el centro y pasando de la cabeza (transmitir conocimientos) al corazón (la persona es lo primero)

    1. Estimado Antonio
      Gracia por el comentario. Concuerdo con usted: la actitud de escucha debe ser aprendida y practicada por los profesores. No es fácil descentrarse de uno mismo para centrarse en otra persona. Además de la práctica se requiere intencionalidad, es decir, querer hacerlo. Es un gran reto, el saber escuchar, y en esto las escuelas no deben cejar su empeño.
      Cordialmente
      Edistio Cámere

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