Edistio Cámere
Segunda parte
Una lección importante ha sido, sin duda, la de reaprender a saber estar en el hogar y a mirarlo con aquella mirada en la que el corazón hace un recorrido desde el interior para posarse en la pupila y “tomar contacto directo con las supremas realidades sobre las que reposa toda la existencia humana: la vida y el amor ([1]) La vida se despliega al compas del tiempo, de la naturaleza, del espacio, de los días que comunican con las noches para que la acoga y recupere fuerza y, la luna invitando con su resplandor tenue a aprovechr con fruición las horas hasta el adios del último rayo solar. La existencia humana requiere de un espacio en donde poder repostar, ser acogida, obtener protección y seguridad, para lo cual el uso racional del espacio es necesario para aprovechar los beneficios de estas gracias hogareñas. El orden, la organización, la generosidad, la postergación, el cuidado y su mantenimiento– entre otras muchas cualidades – se conjugan y aparecen movidos por el afecto que une a la familia.
Estos días, en apariencia iguales, enseñan a mirar las cosas con otros ojos, tal y como si se regresara de un largo viaje, al volver se aprecian aspectos desantendidos o se los atiende con la intención de comprenderlos en su real dimensión. Así, en esta especie de volver a casa, en frase feliz de Rafael Alvira, se descubre que el amor – verbo majestuoso y grandielocuente en boca de poetas, literatos y filosofos – prefiere– sin perder un ápice de su categoría – mostrarse y expresarse en el trama de la vida cotidiana, con signos tan sencillos pero arrebatadores como una sonrisa, un beso, un abrazo, la atenta escucha, un espaldarazo ante una díficil decisión.
El amor en el cuidado se revela con la fuerza silente del café: da color y sabor nuevo al agua. El cuidar es arte, es ciencia y es cariño, por tanto, el resultado será sin cesar una verdadera pieza hecha a mano, que se ajusta a las particularidades del sujeto amado. El cuidado, “(…) pone de relieve nuestra condición de dependiente y relacional, y (…) revaloriza la capacidad empática para captar otras realidades o necesidades corpóreas del ser vivo” ([2]) En la capacidad de ajustarse a la satisfacción de necesidades de cada uno de los miembros de una familia radica el curso y la irradiación del amor. Si la persona se despliega en lo cotidiano y, lo prodigiosamente cotidiano se declara en su apogeo en el hogar, quiere decir que el cuidado se extiende a todas las actividades que se realizan en las circunstancias normales de cada día. Velando por las comidas en las reuniones familiares; por el orden material de los ambientes y de la higiene de la casa, la salud y bienestar corporal; el cariño manifestado y recibido. Así como en todas las etapas de la vida del hombre, desde el nacimiento hasta el final de sus días. Todos estos actos – entre otros – expresados al calor del hogar, son donados o dispensados desde el curso y la irradiación del amor. Sin embargo, donde el amor se exhibe en su plenitud es en la decisión diaria y perseverante de expresarse en la atención de los uno y mil detalles que precisa la persona para ser feliz.
El cuidado tiene un valor todavía más preciado que el estrictamente económico: la ineludible responsabilidad de estar pendiente con afecto de cada persona en el despliegue de existencia. Estos días han permitido exaltar el esplendor de la actividad en el hogar, la presencia intensa de la persona en su trama y su dinámica; y, la gratitud dispensada – pródiga y espléndida – como respuesta -nunca cancelada- porque lo se recepciona es siempre un aporte y donación de quien ama sin detenerse en el mérito o en la devolución, simplemente el amor se fija e instala en lo irrepetible y valioso de cada persona, tan solo por ser quien es.
[1] Pieper, Joseph, Teoría de la Fiesta, Ed. Rialp, Madrid, 1974, p. 16
[2] Chirinos María Pía, 2012, La revolución del cuidado: una propuesta para el desarrollo sostenible en Sostenibilidad, cuidado y vida cotidiana. Una aproximación desde Latinoamérica, Ed. S. Idrono, Hernaez, González, M.R. Fundación Universitaria La Sábana, Bogotá, 2012, pp.167-186