Edistio Cámere
¡Suena a antojadizo reclamar respeto a una sociedad que, como consecuencia de sus renuncias y dejaciones en sus deberes, ha impuesto pesadas cargas sobre los hombros del profesor! Una sociedad donde se cuestiona la verdad, donde no hay normas objetivas, donde todo está permitido, donde la legalidad suplanta a la moralidad, y, donde se piensa que toda autoridad atenta contra la libertad [Goñi, 2010], en la práctica no respeta el quehacer del docente, más bien, lo mira con indiferencia en su cotidiano y esforzado intento de educar y bien.
En otras áreas laborales, la sociedad acata el fuero profesional. Cuando se acude a un médico, a un abogado o a un contador, se espera hasta que se emita el diagnóstico, el informe o el balance respectivamente, sin intervenir directamente en el proceso. Con el documento en mano, se formulan preguntas y señalan las inconformidades y, en caso que no se llegue a un acuerdo, se busca una tercera opinión. Este sencillo itinerario tiene la virtud de tomar en cuenta la autoridad profesional. Sin embargo, ese mismo respeto no se brinda a los profesionales de la educación.
Los errores y falencias no se pueden ocultar, pero son siempre menores que las buenas obras. Si tan solo la mirada al quehacer docente fuera objetiva, ponderada y valorada, las generalizaciones a partir de hechos particulares disminuirían ostensiblemente. Es cierto que una golondrina no hace el verano. Tampoco algunas conforman una bandada; sin embargo, muchas golondrinas saben desplegar sus alas porque conocen cómo llegar a su destino. Pero, si desde diversas esquinas las balas de los cazadores zumban, se dispersan, algunas caen heridas y pocas llegan al final de su camino. La moraleja: cada vez habrá menos que quieran alzar vuelo y, las que lo hagan lo harán con miedo. ¿Eso queremos con los maestros?
Frente a este panorama real, a la educación se le plantea un nuevo reto ¿Cómo mostrar a los jóvenes que los valores existen independientemente del comportamiento de algunas personas? ¿En qué fundamentar la esperanza en el futuro? No es con la pura enseñanza de materias – aunque su condición de medio es fundamental – como se responderá a los retos que propone nuestra sociedad. Tampoco los grandes discursos ni las campañas nacionales serán decisivos. El camino es ir por delante señalando con el ejemplo los valores que vale la pena encarnar. Los niños y los jóvenes están pendientes de referentes significativos de quienes aprenden y aceptan consejos. Estos referentes son los profesores. La condición de significativo remite a afecto y autoridad. Lo más próximo al alumno es el profesor y, a través de él recibe las influencias. En un entorno cambiante e incierto, la figura del profesor debe transmitir seguridad y esperanza. La seguridad la logra conduciendo y convocando al alumno a lo que le es propio: el estudio y su formación. Y la esperanza, mostrando que, mediante el esfuerzo, el trabajo, el cultivo de las virtudes, se construye el futuro en el presente.
Buenas noches sr. Edistio. Cuánta necesidad se tiene de valorar la función y la presencia del maestro, de su eficiencia e influencia. Muchos sectores dirigentes de la sociedad, se percibe, están haciendo todo lo posible por deshumanizar, atacando y debilitando a la escuela y a la familia, entonces se ignora el papel de los padres y se desprestigia el de los maestros…¿y qué hacer ante esto? cuando lo más afectados son los niños y los jóvenes, las semillas que conservarán y renovarán o no, a la sociedad, a la cultura. Sus reflexiones indican el valor, la necesidad y los «efectos» de los buenos maestros. ¿no tendríamos, porque nos corresponde, a los que tenemos un hogar, empezar también a reconsiderar el prestigio de los maestros y desde allí volcar el reconocimiento de su importancia?
Every. gracias por el comentario. Muy de acuerdo con tus reflexiones. Además coincido contigo en que desde el hogar podemos relevar cada más la figura y persona del docente.